“El Señor no está lejos de los que sufren”

Preciados lectores amigos: que el Señor se digne aliviar el dolor de los que sufren y enjugar las lágrimas de los que lloran,  de manera especial el de los padres y madres que experimentan dolor al lado de sus hijos, con sus hijos y por sus hijos  que (verbi gratia) están abatidos por la enfermedad o por la ausencia o por alguna otra situación  de aflicción o, lo que es  peor todavía,  inconsolables por la muerte  de alguno de sus queridos hijos y es hora en que no encuentran cómo llenar  ese vacío. Por cierto,  el evangelio de este domingo (6 de junio) me parece muy cercano a estas situaciones límites. Se trata de escenas familiares. Dios sale al paso de las personas  para consolar, animar y confortar. Dios se apresura a enjugar lágrimas.  Tiene un corazón sensible a nuestras necesidades. Es sublimemente humano, familiar y sensible al sufrimiento. “El Señor no está lejos de los que sufren”. En el caso del profeta Elías, sucede que él se encontraba alojado en una “casa de  huéspedes”. El hijo de la dueña enfermó y murió. No encuentra ella a quién reclamarle. Podemos imaginar la angustia de aquella buena mujer. El profeta oró con fervor a Dios por aquel niño. Y Dios hizo el milagro.  En el  relato evangélico,  el de la viuda de Naím, Jesús se topa, al entrar en un poblado,  con una  escena desgarradora.  Van cargando el féretro de un joven (hijo único) al panteón, al cementerio. La madre, viuda además,  camina acongojada siguiendo aquel cortejo macabro. Se ve que era una mujer apreciada,  pues se habla de mucha gente. Jesús se acerca con respeto a aquellas buenas personas. No le pasa inadvertido  el rostro de la madre viuda. ¿Cómo podría ser indiferente?  ”No llores” dice a la mujer. Ah.  qué fácil diríamos. Pero….. espera!. Toca el féretro. La  procesión  fúnebre se detiene. Jesús habla con el muchacho  como si estuviera vivo: “joven yo te lo mando: levántate.” Y como si nada, aquel muerto comenzó a hablar, se levantó y se lo entregó a la madre. Aquí lo tienes.! Pienso que hoy también Jesús pasa por nuestros poblados, o  grandes ciudades  mirando  tantos jóvenes “muertos”. Sí: muertos por la droga,  por el vicio,  por la prostitución,  por la violencia,  por el desempleo,  por el desaliento. Y les dice: “joven, levántate”.   Pasando a otra cosa. Ya es hora  de dichos. Aquí van unos. “Nunca digas que eres querido aunque te estén adorando, porque te van a dejar, como los guajes colgando”. Y a propósito de edades, también porque este mes, si Dios quiere “descumplo”  años, cuando alguien les diga  “viejos”,  ustedes contesten: “viejos los cerros y reverdecen”.  O  con el rey Alfonso: “vieja leña qué quemar, viejo libro qué leer, viejo vino qué beber, viejo amigo para hablar”.  “Barco parado no gana flete”. “Dime de lo que presumes y yo te diré de lo que adoleces”. “Al perro más flaco se le cargan las pulgas” o “el que nace tepalcate, ni a comal tiznado llega” o “el que nace pa maceta, no pasa del corredor”, o “al que nace pa tamal del cielo le caen las hojas”.  “El pez por su boca muere” o “en boca cerrada no entran moscas”. Hay que ser prudentes en el  hablar. Santa Teresa decía: “que los sabios nos enseñen y los prudentes nos gobiernen”.  Y, (para animarnos), dicen que….. “no hay un santo que no tenga historia, ni  pecador que no tenga futuro”.  Amigos: qué emoción nos provoca  el  mundial de foot ball!. Ya verán a Javier, al Chicharito, a Giovani, a Cuau y  a todos,  encomendándose a mil  santos. Dios quiera que ganemos, por ahora este partido, el inaugural.  Hay que pasar del si se puede al sí se pudo.  Desde aquí les mando una bendición. Y a ustedes, por supuesto.  

Monseñor Eduardo Ackerman Durazo

Parroquia Santa María Reina de la Paz

eduardoackerman@yahoo.com.mx

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