«Tú eres el Mesías»
Jueves 16
Lectura
Marcos 8,27-33.
Jesús salió con sus discípulos hacia los poblados de Cesarea de Filipo, y en el camino les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?». Ellos le respondieron: «Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas». «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?». Pedro respondió: «Tú eres el Mesías». Jesús les ordenó terminantemente que no dijeran nada acerca de él. Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días; y les hablaba de esto con toda claridad. Pedro, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo. Pero Jesús, dándose vuelta y mirando a sus discípulos, lo reprendió, diciendo: «¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres».
REFLEXIÓN
Los comentaristas de Marcos notan que a partir de 8,27-30 la narración evangélica da un giro, que llega hasta la solemne entrada de Jesús en Jerusalén, pocos días antes de su muerte. Las escenas ya no se limitan a los entornos del lago de Genesaret, la multitud aparece sólo esporádicamente, no hay disputas con los grupos adversarios, los milagros se reducen a dos (el joven endemoniado y el ciego de Jericó). La parte didáctica, en cambio, pasa al primer término. Jesús se centra en la enseñanza a sus discípulos. El tema de predicación alcanza su culminación en las predicciones de la pasión, de las que hoy leemos la primera. La acción de la perícopa transcurre en Cesarea de Filipo, en los confines del Líbano, al pie de la cordillera del Hermón; zona turística y de veraneo ya en tiempo de Jesús. En un clima de revisión, Jesús pide a los suyos que se hagan eco de la fama de su persona entre la gente. Estos creen que Jesús es Elías, el precursor del Mesías. Pedro, portavoz de los Doce, va un paso más adelante y reconoce en Jesús al Mesías en persona. Jesús apunta todavía hacia un nivel más profundo: no es el Mesías davídico, tal como estaba en boga en la mentalidad popular de la época, sino el Mesías-Siervo de Dios.
Hasta ahora los discípulos no han sabido captar el verdadero rostro de Jesús y, por eso, la reacción tan negativa de Pedro que ante la perspectiva del dolor y del fracaso se rebela. Su confianza está todavía lejos de apoyarse en las manos de Dios. Aceptar la persona de Jesús es aceptar su destino y las paradojas que comporta el Evangelio: negarse a sí mismo, cargar la cruz, perder la vida… para recuperarla en Cristo.
Mons. Salvador Cisneros G.
Parroquia Santa Teresa de Ávila