Viernes de la segunda semana de adviento
Evangelio: Mateo 11,16-19
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: ¿Con quién compararé a esta generación? Es como esos muchachos que, sentados en la plaza, cantan a los otros esta copla: «Les hemos tocado la flauta y no han danzado, hemos entonado lamentos y no han llorado». Porque vino Juan, que no comía ni bebía, y dicen: «Está endemoniado». Viene el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: «Ahí tienen a un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores». Pero la sabiduría ha quedado acreditada por sus obras.
ORATIO
Señor, tu Palabra me hace hoy pensar y reflexionar sobre mí mismo. Sé que hay un tiempo para cada cosa bajo el sol: tiempo de llorar y tiempo de bailar. Pero descubro que, con frecuencia, soy poco sabio, distraído e incapaz de reconocer tu hora en mi vida. Querría hacer todo a mi estilo, decidir los tiempos a mi gusto, y por desgracia me debo reconocer entre los niños caprichosos que no han entrado en el juego. Temo llegar a ser yo también víctima de una terca obstinación que me impida juzgar rectamente.
Te ruego, pues, que no dejes de dirigir tu Palabra a mi corazón obstinado y duro, así podré comprender tu designio sobre mí y lograr la verdadera sabiduría. Repréndeme, incluso con dureza, cuando quieras que escuche los llamamientos del Bautista a la penitencia y a la conversión. Ayúdame a saber reconocer que éste es el tiempo de tu gracia, porque eres: «El Señor mi Dios que me enseña para mi bien y me guía por el camino que debo seguir».