Evangelio según Marcos 4,1-20
Miércoles 27
Lectura
Evangelio según Marcos 4,1-20
Y Jesús se puso a enseñar a la orilla del mar. Y se le reunió tanta gente que tuvo de subirse a una barca… Les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas. Les decía en su instrucción: «Escuchen. Una vez salió un sembrador a sembrar. Y sucedió que, al sembrar, una parte cayó a lo largo del camino; vinieron las aves y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó en seguida por no tener hondura de tierra; pero cuando salió el sol se agostó y, por no tener raíz, se secó. Otra parte cayó entre abrojos; crecieron los abrojos y la ahogaron, y no dio fruto. Otras partes cayeron en tierra buena y, creciendo y desarrollándose, dieron fruto; unas produjeron treinta, otras sesenta, otras ciento.» Y decía: «Quien tenga oídos para oír, que oiga.»
Cuando se quedaron a solas, los que le seguían junto con los Doce le preguntaban sobre las parábolas. Y Él les dijo: «¿No entienden esta parábola? ¿Cómo, entonces, comprenderán todas las demás? El sembrador siembra la palabra. Los que están a lo largo del camino donde se siembra la palabra son aquellos que, en cuanto la oyen, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos. De igual modo, lo sembrado en terreno pedregoso son los que, al oír la palabra, al punto la reciben con alegría, pero no tienen raíz en sí mismos, sino que son inconstantes; y en cuanto se presenta una tribulación o persecución por causa de la palabra, sucumben en seguida. Lo sembrado entre espinas son los que han oído la palabra, pero las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y otros atractivos les invaden y ahogan la palabra, y queda sin fruto. Y los sembrados en tierra buena son aquellos que oyen la palabra, la acogen y dan fruto, unos treinta, otros sesenta, otros ciento.»
Reflexión
En el evangelio de Marcos comienza una nueva sección, el capitulo 4, con cinco parábolas que describen las características del Reino de Dios. La primera de todas es la del sembrador, que el mismo Jesús luego explica a sus discípulos. Se podría mirar esta página desde el punto de vista de los que ponen dificultades a la Palabra: el pueblo superficial, los adversarios ciegos, los demasiado preocupados de las cosas materiales. Pero también se puede mirar desde el lado positivo: a pesar de todas las dificultades, la Palabra de Dios, su Reino, logran dar fruto, y a veces abundante. Al final de los tiempos y también ahora; en nuestra historia.
¿Qué es lo que impide a la Palabra de Dios producir todo su fruto en nosotros: las preocupaciones, la superficialidad, las tentaciones del ambiente? ¿Qué clase de campo somos para esa semilla que, por parte de Dios, es siempre eficaz y llena de fuerza? A veces el problema viene de fuera, son las piedras y espinas de nuestro camino. A veces, nosotros mismos somos mala tierra y no abrimos el corazón a la Palabra que Dios nos dirige, a la semilla que él siembra en nuestro campo.
Pero Jesús nos asegura que la semilla dará fruto. Que a pesar de que este mundo nos parece tan estéril, Dios ha dado fuerza a su Palabra y habrá de germinar, contra toda apariencia. No tenemos que perder la esperanza y la confianza en Dios. Es él quien, en definitiva, hace fructificar el Reino. Nosotros somos invitados a colaborar con él. Pero el que da el incremento y el que salva es Dios. «Yo estaré contigo en todas tus empresas».