Inicia Sínodo 21-23: “No es una convención…sino encontrar, escuchar y discernir juntos” Papa Francisco
Pastoral para la Comunicación. – Con información vertida por Vatican News, este 9 y 10 de octubre, con la Misa de Apertura y el Momento de Reflexión, se dio inicio al Sínodo de los Obispos sobre la Sinodalidad que tiene como tema: “Por una Iglesia sinodal: comunión participación y misión”. Un itinerario que durará tres años y que esta articulado en tres fases (diocesana, continental y universal).
Es desde el Evangelio, de la persona de Jesús, de donde inicia la reflexión del Papa Francisco en la Misa de Apertura del Sínodo sobre la Sinodalidad. A los más de tres mil fieles, entre Delegados de las Conferencias Episcopales, Cardenales, Obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas, y laicos, reunidos este domingo 10 de octubre, en la Basílica de San Pedro para dar inicio a este proceso sinodal, que durará tres años y tiene tres fases, el Pontífice les propuso tres verbos como brújula para la reflexión sinodal: “Encontrar, escuchar, discernir”.
El Papa Francisco ha indica a los Delegados y representantes de las Conferencias Episcopales que han llegado hasta Roma que, “la Palabra nos abre al discernimiento y lo ilumina, orienta el Sínodo para que no sea una ‘convención’ eclesial, una conferencia de estudios o un congreso político, para que no sea un parlamento, sino un acontecimiento de gracia, un proceso de sanación guiado por el Espíritu”. A ellos – que regresaran a sus respectivas Iglesias locales para dar inicio a la fase diocesana este 17 de octubre y que durará hasta abril de 2022 – el Papa les recuerda que Jesús, como hizo con el hombre rico del Evangelio, nos llama en estos días a vaciarnos, a liberarnos de lo que es mundano, y también de nuestras cerrazones y de nuestros modelos pastorales repetitivos; a interrogarnos sobre lo que Dios nos quiere decir en este tiempo y en qué dirección quiere orientarnos.
En la apertura del Sínodo el Obispo de Roma afirmó: “han venido por muchos caminos y de muchas Iglesias, llevando cada uno en el corazón preguntas y esperanzas, y estoy seguro de que el Espíritu nos guiará y nos dará la gracia para seguir adelante juntos, para escucharnos recíprocamente y para comenzar un discernimiento en nuestro tiempo, siendo solidarios con las fatigas y los deseos de la humanidad”.
El Papa Francisco inició su mensaje a los participantes en el Momento de Reflexión previo a la apertura oficial del Sínodo afirmando: “Estoy seguro de que el Espíritu nos guiará y nos dará la gracia para seguir adelante juntos, para escucharnos recíprocamente y para comenzar un discernimiento de nuestro tiempo, siendo solidarios con las fatigas y los deseos de la humanidad”, con estas palabras
Subrayando que “Estamos llamados a la unidad, a la comunión y a la fraternidad (…) Por eso, caminamos juntos en el único Pueblo de Dios, para hacer experiencia de una Iglesia que recibe y vive el don de la unidad, y que se abre a la voz del Espíritu”.
“Las palabras clave del Sínodo son tres: comunión, participación y misión”, indicó Francisco. Comunión y misión son expresiones teológicas que designan el misterio de la Iglesia, la naturaleza misma de la Iglesia. Ésta “ha recibido «la misión de anunciar el reino de Cristo y de Dios e instaurarlo en todos los pueblos, y constituye en la tierra el germen y el principio de ese reino» (Lumen gentium, 5)”.
Francisco recordando a san Juan Pablo II dijo que él “quiso reafirmar que la naturaleza de la Iglesia es la koinonia; de ella surge la misión de ser signo de la íntima unión de la familia humana con Dios”, y para que los sínodos sean fructíferos deben estar bien preparados y “es preciso que en las Iglesias locales se trabaje en su preparación con la participación de todos”.
El Papa insiste en la importancia de la participación como mecanismo para una auténtica praxis sinodal en la Iglesia: “Si no se cultiva una praxis eclesial que exprese la sinodalidad de manera concreta a cada paso del camino y del obrar, promoviendo la implicación real de todos y cada uno, la comunión y la misión corren el peligro de quedarse como términos un poco abstractos”.
El papa Francisco señala que el Sínodo es una gran oportunidad “para una conversión pastoral en clave misionera y también ecuménica”; sin embargo, “no está exento de algunos riesgos”: el formalismo, el intelectualismo y el inmovilismo.
El Papa subraya el peligro de reducir el sínodo a un acto formal, pero sin “sustancia”. Necesitamos, dice, “los instrumentos y las estructuras que favorezcan el diálogo y la interacción en el Pueblo de Dios, sobre todo entre los sacerdotes y los laicos”.
Para hacer posible esto, se hace necesario transformar, insiste Francisco, “ciertas visiones verticalistas, distorsionadas y parciales de la Iglesia, del ministerio presbiteral, del papel de los laicos, de las responsabilidades eclesiales, de los roles de gobierno”.
El segundo riesgo es el intelectualismo, que puede convertir el Sínodo en “una especie de grupo de estudio”. Este hecho, añade el Papa, puede alejarnos “de la realidad del Pueblo santo de Dios y de la vida concreta de las comunidades dispersas por el mundo”.
Por último, dice Francisco, “puede surgir la tentación del inmovilismo. Es mejor no cambiar, puesto que «siempre se ha hecho así»” y añade que “El riesgo es que al final se adopten soluciones viejas para problemas nuevos”.
“Vivamos esta ocasión de encuentro, escucha y reflexión como un tiempo de gracia que, en la alegría del Evangelio”, dice el Papa, y así captar tres oportunidades: la primera, “encaminarnos estructuralmente hacia una Iglesia sinodal”, que sea un “lugar abierto donde todos se sientan en casa y puedan participar”.
La segunda oportunidad es “ser Iglesia de la escucha (…) Escuchar el Espíritu en la adoración y la oración, escuchar a los hermanos y hermanas acerca de las esperanzas y las crisis de la fe en las diversas partes del mundo, las urgencias de renovación de la vida pastoral y las señales que provienen de las realidades locales”, dice Francisco.
Finalmente, la tercera oportunidad es “ser una Iglesia de la cercanía”, con su presencia, que sea una Iglesia “que no se separa de la vida, sino que se hace cargo de las fragilidades y las pobrezas de nuestro tiempo, curando las heridas y sanando los corazones quebrantados con el bálsamo de Dios”.
“Siempre volvemos al estilo de Dios: el estilo de Dios es la cercanía, la compasión y la ternura. Esto es lo que Dios ha hecho siempre. Si no acudimos a esta Iglesia de proximidad con actitudes de compasión y ternura, no seremos la Iglesia del Señor.”