Hacer vida los mandamientos
El decálogo, que en la tradición del Antiguo Testamento era llamado simplemente las Diez Palabras, encierra una sabiduría siempre viva. Lejos de ser un catálogo de leyes superadas por la nueva cultura, el contenido y proyección de este mensaje comprende valores profundamente humanos que dan sentido a la existencia de nuestra sociedad.
Estas Diez Palabras fueron pronunciadas originariamente en el contexto histórico de la liberación y de la alianza entre Dios y su pueblo.
No son un simple código legal o un conjunto de normas, sino que representan un proyecto de vida, de convivencia justa y de auténtica libertad. En la Biblia, la lista de los mandamientos comienza siempre con el recuerdo de la acción de Dios que salva y que libera: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te ha liberado de la esclavitud de Egipto» (Ex. 20,2; Dt. 5,6).
Para comprender bien los mandamientos es necesario alimentarse de la experiencia del Dios que da la vida y que hace posible nuestra libertad en medio de las circunstancias más difíciles y agresivas. No se trata de simples requisitos de una alianza ni de las condiciones para evitar castigos o para conseguir la protección divina. Son luz y guía para el camino en el desierto, para conservar la unidad, para vivir en la justicia y en la libertad.
Por desgracia, a lo largo de la historia de la enseñanza de los mandamientos hemos perdido muchas veces su fuerza vital, su dimensión estimulante y hasta su sentido ético. Se ha propiciado así una moral muy legalista que se limita a presentarnos un conjunto de normas y exigencias que carecen de gusto por la vida y que parecen oponerse a la libertad de los hombres. Por fortuna, hoy estamos viviendo un profundo cambio de perspectiva. Se ha vuelto a descubrir y a valorar la estrecha relación que existe entre la fe y la vida que se refleja en las palabras de la alianza. Sólo si subrayamos esta relación podremos superar la concepción tan legalista de los mandamientos que está muy profundamente enraizada entre muchos creyentes.
Cuando las exigencias éticas se expresan como consecuencia de una libertad responsable que busca la justicia y la verdad, entonces el Decálogo llega a convertirse en la piedra angular de la construcción de la sociedad. No basta sólo con no hacer el mal. Aceptar el Decálogo es establecer relaciones humanas coherentes en las que nadie sea perjudicado en sus derechos.
Mons. Salvador Cisneros G.
Parroquia Santa Teresa de Ávila