Nueva Constitución Apostólica sobre la Curia Romana: “Las estructuras de la Iglesia llamadas a una conversión pastoral”

Pastoral para la Comunicación. – Con publicación de la Santa Sede se dio a conocer el lunes 21 de marzo, en la Sala de Prensa de la Santa Sede tuvo lugar la conferencia de presentación de la Constitución Apostólica Praedicate Evangelium sobre la Curia Romana y su servicio a la Iglesia en el mundo. Este texto fue promulgado por el Papa Francisco el sábado 19 de marzo, en la Solemnidad de San José, Patrono de la Iglesia universal. Con la entrada en vigor el 5 de junio (Solemnidad de Pentecostés), queda totalmente abrogada y sustituida la Constitución Apostólica Pastor Bonus y se completa así la reforma de la Curia Romana.

El primer expositor fue el Cardenal Marcello Semeraro, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, enfatizó que el Concilio Vaticano II recuerda que la Curia es una realidad de servicio, un instrumento que colabora y ayuda al Papa en el gobierno de toda la Iglesia.

Un elemento fundamental de la Constitución son los criterios guía de la reforma que fueron explicados por el Papa, entre otras ocasiones, el 22 de diciembre de 2016: individualidad, pastoralidad, misionariedad, racionalidad, funcionalidad, modernidad, sobriedad, subsidiariedad, sinodalidad, catolicidad, profesionalismo, gradualidad, y se detuvo en algunos.

El segundo ponente, Mons. Marco Mellino, Secretario del Consejo de Cardenales, articuló su alocución en seis puntos: elaboración del texto, la Constitución como la “pieza” que concluye la reforma de la Curia, el título de Praedicate Evangelium como indicador de una perspectiva, el rol de servicio de la Curia, la sinodalidad y la corresponsabilidad en la comunión.

Para entender el camino hasta este documento, Mellino tomó como punto de partida una frase del Papa Francisco en la exhortación apostólica Evangelii gaudium: “También el papado y las estructuras centrales de la Iglesia universal necesitan escuchar el llamado a una conversión pastoral”. De esta forma, el resultado del proceso de elaboración se ha dado en una serie de pasos en línea con el principio de que “una Iglesia sinodal es una Iglesia que escucha”.

Casi cinco años después del inicio de los trabajos (28 de septiembre de 2013), las diversas consideraciones maduradas en las reflexiones y discusiones abordadas en las sesiones del Consejo de Cardenales condujeron a la redacción de un primer borrador (fechado entre septiembre y diciembre de 2018), que en la redacción de sus diversas partes, además de la elección de la continuidad ideal con la Constitución Apostólica Pastor Bonus, contenía los criterios y principios rectores de la nueva estructura constitucional.

Desde entonces, todo ha sido sometido a la consideración del Papa, quien, desde julio de 2020, ha examinado personalmente las enmiendas, teniendo en cuenta las observaciones, indicaciones y propuestas recibidas y tomando sus propias decisiones, como Legislador Supremo. El resultado de esta elaboración fue el texto que, el 16 de septiembre de 2020, se sometió a la consideración de la Congregación para la Doctrina de la Fe y del Consejo Pontificio para los Textos Legislativos, solicitando un dictamen global sobre el mismo, junto con las eventuales observaciones específicas y circunscritas que se consideraran oportunas, tanto sobre los aspectos doctrinales como jurídicos.

Por su parte el Rev. P. Gianfranco Ghirlanda S.J., profesor emérito de la Facultad de Derecho Canónico de la Pontificia Universidad Gregoriana, se centró en el rol de los laicos dentro de la Curia Romana, un aspecto innovador de esta Constitución. En el artículo 10 de Praedicate Evangelium se lee, con contundencia, que “el Papa, los Obispos y los otros ministros ordenados no son los únicos evangelizadores en la Iglesia”, porque “cada cristiano es un discípulo misionero”. Añade que “no puede dejar de tenerse en cuenta en la actualización de la Curia, cuya reforma, por tanto, debe prever la participación de los laicos, también en funciones de gobierno y responsabilidad”.

El texto explica que “su presencia y participación es, además, indispensable, porque cooperan al bien de toda la Iglesia y, por su vida familiar, por su conocimiento de las realidades sociales y por su fe que los lleva a descubrir los caminos de Dios en el mundo, pueden realizar aportes válidos, sobre todo cuando se trata de la promoción de la familia y del respeto de los valores de la vida y de la Creación, del Evangelio como fermento de las realidades temporales y del discernimiento de los signos de los tiempos”.

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