La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros
SÁBADO 25 Navidad del Señor
LECTURAS
Primera lectura: Isaías 52,7-10
¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la buena nueva y proclama la salvación, que dice a Sión: «Ya reina tu Dios». "Tus centinelas alzan la voz, cantan a coro, porque ven con sus propios ojos que el Señor vuelve a Sión. Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, que el Señor consuela a su pueblo, rescata a Jerusalén.El Señor manifiesta su poder a la vista de todas las naciones,y los confines de la tierra contemplan la victoria de nuestro Dios.
Evangelio: Juan 1,1-18
Al principio ya existía la Palabra. La Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. 2 Ya al principio ella estaba junto a Dios. Todo fue hecho por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto llegó a existir.En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres; la luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no la sofocaron. Vino un hombre, enviado por Dios, que se llamaba Juan. Éste vino como testigo, para dar testimonio de la luz, a fin de que todos creyeran por él. No era él la luz, sino testigo de la luz.La Palabra era la luz verdadera, que con su venida al mundo ilumina a todo hombre. Estaba en el mundo, pero el mundo, aunque fue hecho por ella, no la reconoció. Vino a los suyos, pero los suyos no la recibieron. A cuantos la recibieron, a todos aquellos que creen en su nombre, les dio poder para ser hijos de Dios. Éstos son los que no nacen por vía de generación humana, ni porque el hombre lo desee, sino que nacen de Dios. y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros; y hemos visto su gloria, la gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.Juan ha dado testimonio de él, proclamando: -Éste es aquel de quien yo dije: «El que viene detrás de mí ha sido colocado por delante de mí, porque existía antes que yo». En efecto, de su plenitud todos hemos recibido gracia sobre gracia. Porque la ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad vinieron por Cristo Jesús. A Dios nadie lo vio jamás; el Hijo único, que es Dios y que está en el seno del Padre, nos lo ha dado a conocer.
REFLEXIÓN
El prólogo de Juan es una síntesis meditativa de todo el misterio de Navidad, porque el Niño de Belén es la revelación de Dios, la verdad de Dios y del hombre, y reflexionando sobre este evento nos ponemos en tesitura de comprender quién es el que ha nacido y quienes somos nosotros.El núcleo del prólogo está en el v. 14: «Y la Palabra se hizo carne», que contiene el hecho de la encarnación y, por tanto, de Navidad: el Hijo de Dios se ha hecho hombre con la fragilidad e impotencia de toda criatura. Para comprenderlo Juan se remonta al misterio trinitario y luego vuelve a descender hasta el hombre. El inicio, pues, es la afirmación que nos sitúa fuera del tiempo en el misterio de Dios: «En el principio era la Palabra» (v. la) y nos habla de una existencia sin comienzo ni devenir. Después en la frase: «La Palabra estaba junto al Padre » (v. lb), el evangelista precisa la situación del Logos (= la Palabra), que existe desde siempre, en parangón con Dios: el Verbo, en su ser más profundo, está en actitud de escucha y obediencia, completamente vuelto hacia el Padre. Jesús, la Palabra encarnada, hace a Dios visible y cercano al hombre, siendo su reflejo. Así pues, toda la historia y la realidad humana tienen vida por la Palabra: ((En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres» (v. 4), porque en Jesús todo encuentra consistencia, significado, fin y especialmente la salvación de todo hombre. Todas estas afirmaciones de Juan son importantes para comprender el papel de Jesús como revelador y testigo veraz de Dios. Por esto ((de su plenitud todos hemos recibido gracia sobre gracia» (v. 16), es decir, de su vida filial todos podemos recibir abundantemente.
ORATIO
Padre nuestro, en estos días hemos escuchado muchas palabras sobre la Navidad y estamos saciados de ellas pero, en realidad, no hemos comprendido a fondo el sentido de aquellas verdades. Juan Pablo II ha hecho esta reflexión: «El Niño alienta. ¿Quién oye el vagido del Niño? Por Él, empero, habla el cielo y es el cielo el que revela la enseñanza de este nacimiento. Es el cielo el que la explica con estas palabras: «¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres que gozan de su amor!». Es preciso que nosotros, tocados por el hecho del nacimiento de Jesús, escuchamos este grito del cielo». ¿Cómo acoger y escuchar el vagido de este Niño?Ésta es la pregunta que tú, Señor, suscitas en nuestro corazón. Nuestra respuesta quiere ser pronta y generosa, sobre todo con la escucha de tu Palabra que se presenta educadora de sensibilidad cristiana para hacer la experiencia de que tú eres «Emmanuel». Queremos, además, corresponder a los dones, como el grandísimo que nos has hecho al nacer entre nosotros. Nuestro don es nada respecto al tuyo, pero continúa esta donación por solidaridad y participación plena de la vivencia humana. Tu Navidad nos propone también la consciencia de la fraternidad universal. Cada uno de nuestros gestos navideños pretende ser no sólo privado o familiar, sino abierto a la solidaridad y a la bondad, especialmente con los más necesitados de ellas, como los pobres, los inmigrantes, los explotados, los que viven en soledad o son olvidados, porque justicia social y solidaridad van siempre juntas.
Mons. Salvador Cisneros G.
Parroquia Santa Teresa de Ávila