¿TENGO VOCACIÓN?

Uno de los grandes retos que debes enfrentar en tu vida es el de encontrar tu lugar en la sociedad y en la Iglesia.

Sacerdote, vida religiosa o matrimonio,… te compartimos 7 pasos que te pueden ayudar para descubrir a qué vida te llama Dios. A ti, que buscas tu vocación, estos siete pasos te pueden ayudar a discernir el proyecto que Dios Padre tiene para ti.

  1. Oración
  2. Percepción
  3. Información
  4. Reflexión
  5. Decisión
  6. Acción
  7. Dirección espiritual

  1. Oración

 ¿Señor, qué quieres que haga? (Hch 22,10).

La vocación no es algo que tú inventas, es un tesoro que encuentras. No es el plan que tú elaboras para tu vida, sino el proyecto que Dios te propone y te invita a realizar.

Para descubrir lo que Dios quiere de ti, haz oración. Eso hizo Samuel (1S  3,10), Ezequiel (Ez  2,1–3,11), Jesús de Nazaret (Lc 3,21), María Magdalena (Jn 20,17), Pablo de Tarso (Hch 9,11)…

En la oración podrás encontrar a Jesucristo y experimentar su amor; el Espíritu Santo afinará tu oído para que puedas escuchar, y te dará fortaleza y audacia para responder. En el diálogo con Jesús podrás oír su voz que te llama: «ven y sígueme» (Mc 10,21); o bien, escucharás que te dice: «vuelve a tu casa y cuenta todo lo que Dios ha hecho por ti» (Lc 8,39).

La oración, además de ser el primer paso del proceso de búsqueda, es un ejercicio que deberá estar presente a lo largo de todo tu discernimiento vocacional.

  1. Percepción

Había en mi corazón algo así como fuego ardiente, prendido en mis huesos y aunque yo hacía esfuerzos por ahogarlo, no podía (Jr 20,9). Para descubrir lo que Dios quiere de ti, necesitas hacer silencio exterior e interior, pues el ruido te impide percibir.

Percibe tus sentimientos, pensamientos, preocupaciones, deseos. Escucha tanto a las personas que aprueban tu inquietud como a quienes la critican. Mira a los hombres y mujeres que te rodean: ¿qué te suscitan su tristeza, su dolor, su pobreza, su necesidad de Dios?

Ve tu historia:¿Cuáles han sido los hechos más importantes de tu vida? ¿Qué personas han sido significativas para ti?, ¿por qué?

Toma conciencia de tu presente: ¿Con quién te relacionas? ¿En qué inviertes tu tiempo? ¿Qué te hace feliz hoy? ¿Cómo es tu relación con Jesucristo?

Contempla el futuro: ¿Cómo te imaginas dentro de diez años? ¿Qué experimentas al pensar en la posibilidad de consagrar tu vida a Dios? Tienes sólo una vida, ¿dónde quieres jugártela?

  1. Información

Observen ustedes cómo es el país y sus habitantes, cómo son las ciudades que habitan, cómo es la tierra (Nm 13,18-20). Los caminos para realizar la vocación son múltiples. Querer entregar tu vida a Dios y desear dedicarte a la construcción del Reino es necesario, pero insuficiente; debes, además, saber dónde quiere Dios que tú lo sirvas.

Para descubrir tu lugar en la Iglesia es conveniente que conozcas las diversas vocaciones. Investiga cuál es la espiritualidad que viven las diferentes congregaciones religiosas o los institutos seculares.

Visítalos y ve cómo viven: una orden contemplativa es diferente de una sociedad de vida apostólica. Averigua cuál es su misión y por qué medios la realizan: enseñanza, hospitales, oración, dirección espiritual, misiones, promoción vocacional, medios de comunicación, parroquias…

Pregunta quiénes son los principales destinatarios de su apostolado: jóvenes, pobres, sacerdotes, enfermos, niños, seminarios, indígenas, ancianos…

  1. Reflexión

Si uno de ustedes quiere construir una torre ¿acaso no se sienta primero a calcular los gastos, y ver si tiene para acabarla? (Lc 14,28).

La vocación es una empresa muy grande, y es para toda la vida. Por eso, para lanzarte, debes antes haber reflexionado seriamente sobre ti y sobre el estilo de vida que pretendes abrazar.

No creas que llegarás a tener certeza absoluta de lo que Dios quiere de ti, algo así como tener un contrato firmado por él. Lo que encontrarás serán signos, a través de los cuales Dios te revela el proyecto que tiene para ti. Al interpretar esos signos podrás tener seguridad de su llamado.

  1. Decisión

Te seguiré vayas a donde vayas (Lc 9,57). Habiendo descubierto lo que Dios quiere de ti, decídete a realizarlo.

Tomar tal decisión es difícil. Sentirás miedo. Tus limitaciones te parecerán montañas: El mismo profeta Jeremías, al conocer lo que Dios quería de él, dijo excusándose: «¡Ay, Señor mío! Mira que no sé hablar, que soy un muchacho» (Jr  1,6).

Sin embargo, consciente de tus limitaciones y confiando en la gracia de Dios, responde como Isaías: «Aquí estoy, Señor, ¡envíame!» (Is  6,8), o como María: «Hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38).

Decir el “sí” con el cual comprometes toda tu vida es una gracia. Pídele al Espíritu Santo que te dé esa capacidad de respuesta. Evadir la decisión equivale a desperdiciar tu vida.

Para comenzar el camino vocacional, no te esperes a tener la certeza absoluta del llamado de Dios (“el contrato firmado”). La decisión es un paso en la fe, un acto de confianza en tu amigo Jesús.

  1. Acción

Jesús los llamó. Y ellos inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron (Mt 4,21-22).

Una vez tomada la decisión, ¡lánzate! No te dejes vencer por el miedo, lánzate con todo y miedo. Pon los medios necesarios para realizar lo que has decidido. Resiste a la tentación de posponer tu ingreso en una casa de formación: «Te seguiré, Señor; pero déjame primero…» (Lc  9,61).

Entrar al seminario es el principio de un camino, pero aún no es el compromiso definitivo —como la ordenación sacerdotal o la profesión perpetua—.

Los años de formación son también tiempo de discernimiento. Si vives con generosidad todo lo que se te proponga, y eres transparente con los/as formadores/as, Dios te irá aclarando si, de veras, esa es tu vocación o no; y te dará su gracia para asumir el compromiso definitivo o para continuar tu vida cristiana como laico/a.

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Por Fernando Torre Medina Mora, MSPS

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