Vivamos la resurrección
La resurrección debe vivirse en el corazón de la vida cotidiana. Los apóstoles salen a su tarea de la pesca. La narración de Juan está llena de detalles simbólicos que aluden a los últimos tiempos. Vemos a Jesús «a la orilla del lago», en la tierra firme de la eternidad, mientras que los discípulos bregan en las aguas de la vida terrena. Dirigidos por Pedro, son pescadores de hombres (los peces grandes), pero no pueden pescar nada sin Jesús. Traerán finalmente al Señor 153 peces, un número que simboliza la muchedumbre de elegidos, que tendrán el encuentro con Cristo en la orilla de la eternidad. Pero el encuentro final pasa por los encuentros de cada día en esta orilla de la vida.La noche es el escenario de la ausencia de Jesús, luz del mundo. Simbólicamente, la luz de la mañana coincide con la presencia de Jesús. En la noche, misión sin fruto, no habían cogido nada. Pero tampoco la presencia de Jesús significa que les sustituya en su tarea de la pesca. El mar representa el mundo en el que se ejerce la misión. Jesús se queda en tierra firme. Su misión se ejercerá por medio de sus discípulos. Con su cercanía y aliento. Aunque ellos no lo reconozcan. Eso sí: cuando ellos vuelven a la «orilla», cuando se vuelve a constituir la comunidad tras la misión, en la playa ya está preparada la acogida. El fuego y la comida. Y allí se funden los alimentos que Jesús había preparado y los que ellos traen. La misión termina en la eucaristía. En ella está presente el don de Jesús a los suyos y el don de unos a otros. Jesús pide que aportemos el pan «fruto de nuestro trabajo» para unirlo indisolublemente al don que nos hace de sí mismo, y constituirse en un alimento en que no se puede separar ya el don de Jesús y el don de los hombres.Ser cristiano no es hacer cosas distintas de los demás, sino hacer las cosas que hacen todos, pero con un estilo diferente, el estilo del que es capaz de encontrarse con el Señor en el trabajo, en la amistad, en la familia, en la diversión, en el esfuerzo, en la alegría, en el dolor. En una palabra: en la vida, con toda la riqueza que la vida lleva consigo.
Monseñor Salvador Cisneros
Parroquia Santa Teresa de Ávila