XXVI Jornada de la Vida Consagrada: “Vivir el viaje de ser una Iglesia Sinodal”
“La invitación es a entrar en el camino de toda la Iglesia en sinodalidad, con la riqueza de carismas y de sus vidas, sin ocultar las dificultades y las heridas”.
Pastoral para la Comunicación. – Con información de Vatican News se dio a conocer la carta con motivo de la XXVI Jornada Mundial de la Vida Consagrada, del Cardenal João Braz de Aviz y Mons. José Rodríguez Carballo quienes exhortan a reflexionar sobre la palabra “participación” en relación con el camino sinodal que acaba de comenzar.
La Jornada por la Vida Consagrada, se celebra el 2 de febrero de 2022 con la celebración eucarística presidida por el Papa Francisco en la Basílica de San Pedro, como “una oportunidad para un encuentro marcado por la fidelidad de Dios que se manifiesta en la perseverancia gozosa de tantos hombres y mujeres, consagrados y consagradas”. Escribe el Prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica.
El documento, subraya que el camino sinodal, recientemente iniciado y centrado en el tema “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”, interpela a cada comunidad vocacional “en su ser expresión visible de una comunión de amor”.
Reflexionando sobre la palabra “participación”, el Cardenal João Braz de Aviz invitan a interiorizar: “¿Quiénes son las hermanas y los hermanos a los que escuchamos o, más bien, por qué los escuchamos?”. Subrayando, “Todos estamos llamados a hacernos esta pregunta, porque no podemos llamarnos comunidad vocacional, y menos aún comunidad de vida, si alguien o algo no participa”.
Finalmente, la misiva resume dos llamadas a la acción; la participación y corresponsabilidad, de manera que “la participación se convierte entonces en responsabilidad: no podemos dejar de estar ahí, no podemos no estar entre los demás y con los demás, nunca y más en esta llamada a ser una iglesia sinodal”.
De forma, que la participación asume así el estilo de una corresponsabilidad que se refiere no sólo a la organización y al funcionamiento de la Iglesia, sino también a su propia naturaleza, la comunión, y a su sentido último: el sueño misionero de llegar a todos, de atender a todos, de sentirnos todos hermanos, juntos en la vida y en la historia, que es la historia de la salvación.