“Purificados y renovados vivamos esta experiencia de Cristo que sufre, muere y resucita por nosotros”, Sr. Arz. Francisco Moreno Barrón
Pastoral para la comunicación. – El tiempo de la Cuaresma rememora los cuarenta años que el pueblo de Israel pasó en el desierto mientras se encaminaba hacia la tierra prometida, con todo lo que implicó de fatiga, lucha, hambre, sed y cansancio…pero al fin el pueblo elegido gozó de esa tierra maravillosa, que destilaba miel y frutos suculentos (Éxodo 16 y siguientes).
La Cuaresma es el tiempo fuerte del año que nos prepara para la Pascua o Domingo de Resurrección del Señor, cima del año litúrgico, donde celebramos la victoria de Cristo sobre el pecado, la muerte y el mal, y por lo mismo, la Pascua es la fiesta de alegría porque Dios nos hizo pasar de las tinieblas a la luz, del ayuno a la comida, de la tristeza al gozo profundo, de la muerte a la vida.
Iniciamos este miércoles de ceniza (26 de febrero) el tiempo fuerte. Cuarenta días para volver el corazón a Dios y a los hermanos. Tiempo de conversión.
El Sr. Arz. Francisco Moreno Barrón dijo sobre este tiempo propicio para la reflexión: “Les invito a vivir intensamente este tiempo de gracia, intensificando nuestra vida de oración con Dios, quien sabemos que nos ama, que escucha nuestra oración y responde a ella. Este itinerario, también es propicio para sacrificar los sentidos corporales, no para que Dios y los demás consideren que somos buenos, sino para disponernos a recibir las gracias que Dios nos tiene preparadas en esta cuaresma”.
“Que este camino cuaresmal, – Continúo el Arzobispo – sea la oportunidad de una conversión profunda de nuestra vida, disfrutando de la relación con Dios, de la relación con Cristo Jesús como Señor y Salvador descubriendo su rostro en todas las personas que nos rodean y dándoles una respuesta de amor efectiva”.
El catecismo de la Iglesia dice que: “La Iglesia se une todos los años, durante los cuarenta días de la Gran Cuaresma, al Misterio de Jesús en el desierto”.
Propone el ejemplo de Cristo en su retiro al desierto, como preparación de las solemnidades pascuales. Este tiempo es particularmente apropiado para los ejercicios espirituales, las liturgias penitenciales, las peregrinaciones como signo de penitencia, las privaciones voluntarias como el ayuno y la limosna, y la comunicación cristiana de bienes (obras caritativas y misioneras).
“Que pasada la cuaresma podamos vivir con gozo la experiencia de Cristo que muere y resucita por nuestra salvación”. Finalizó el Sr. Arz. Francisco Moreno Barrón en su reflexión sobre la cuaresma.