Aprender a rezar
Hoy como ayer hay que seguir haciendo a Jesús la misma petición: enséñanos a orar. Porque hoy como ayer no sabemos probablemente hacerlo.
Y no porque desconozcamos el modelo de oración, siempre nuevo y fascinante, sino porque somos indómitamente interesados en nuestra oración. Se impone un cambio de talante y pedir al Padre que nos conceda siquiera algo de su espíritu, a fin de ser unas personas nuevas, capaces de algo más que de estar preocupados de nuestros propios problemas.
El amigo acude a su amigo en favor de un tercero. Este dato es importante a la hora de interpretar esa frase: Pedid y se os dará: la insistencia en acudir al Padre deberá tener en cuenta el beneficio de los demás.
En este contexto, el mensaje de Jesús se expresa con gran claridad y belleza: «Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá, porque quien pide, recibe; quien busca, llama; y al que llama, se le abre».
Todos tenemos la experiencia de que hemos pedido, incluso con insistencia, algún favor de Dios…, y nos hemos quedado con las manos vacías; hemos buscado y no hemos encontrado; hemos llamado a la puerta de Dios y nos parece que nos ha respondido el más absoluto silencio.
La oración no es una especie de recurso mágico a través del cual podemos ver cumplidos nuestros deseos del tipo que sean. Lo expresaba gráficamente San Agustín, cuando afirmaba que «Dios llena los corazones, no los bolsillos».
El relato del evangelio es una explicación del padrenuestro, esencia de la oración cristiana. Al Padre le pedimos el pan de cada día, que su nombre sea santificado y su reinado venga sobre nosotros.
Que nos dé la capacidad de perdonar y no nos ponga en tentación. Es la oración de Jesús escuchada en Getsemaní.
Mons. Salvador Cisneros
Parroquia Santa Teresa de Ávila