Señor, si quieres, puedes limpiarme
Evangelio: Lucas 5,12-16
Estaba Jesús en un pueblo donde había un hombre cubierto de lepra. Éste, al ver a Jesús, cayó rostro en tierra y le suplicaba: -Señor, si quieres, puedes limpiarme.
Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: -Quiero; queda limpio. Y en el acto desapareció de él la lepra. Jesús ordenó que no se lo dijera a nadie. Le dijo: Anda, preséntate al sacerdote y presenta la ofrenda por tu purificación, como mandó Moisés, para que les conste a ellos.
Su fama se extendía cada vez más y se congregaban grandes muchedumbres para oírle y para que los curase de sus enfermedades. Pero él se retiraba a lugares solitarios para orar.
ORATIO
Padre santo, sabemos que tú eres la fuente de todo don perfecto, el que toma la iniciativa en el amor, el que envía al Hijo y al Espíritu. Tú eres la primera gratuidad del amor, porque todo nos viene de ti. Tú eres el eterno amante, el que ama desde siempre. Nuestra oración quiere ser justamente el lugar en que experimentamos tu amor de Padre. Desgraciadamente, nuestro tiempo parece desorientado y confuso, parece que no conoce ya los confines entre el bien y el mal, y aparentemente, Tú eres rechazado y desconocido. Padre, tú puedes curarnos de nuestras miserias, como hiciste con el leproso del evangelio.
Por eso, te rogamos, conduce a todos tus hijos a redescubrir el don de la oración, llévanos al interior del cenáculo para revivir el misterio de Pentecostés y reavivar en nosotros el don del Espíritu. Colócanos dócilmente en su escuela para aprender la sabiduría que viene en el diálogo con él y que es la fuerza que sostiene nuestra vida de creyentes.
Mons. Salvador Cisneros
Parroquia Santa Teresa de Ávila