Parroquia: palabra y sacramento
El Concilio nos habla de “dos mesas”: la mesa de la Palabra y la mesa del Pan eucarístico, ambas son esenciales para la celebración de la alianza nueva y definitiva. También nos pide anunciar la Palabra de Dios con la certeza de que es alimento para la vida cristiana.
“La fe nace de la escucha”, por tanto sin la palabra de Dios en la vida de una parroquia no existirá la más mínima posibilidad de evangelización fecunda.
Es preciso, por tanto, poner en el centro de la vida parroquial aquello que con frecuencia se suele considerar periférico.
Si la liturgia vuelve a ser central en la vida de la parroquia, será entonces posible recuperar el gusto del contacto directo y personal con la Palabra de Dios: “Es necesario que la escucha de la Palabra se convierta en un encuentro vital, en la antigua y siempre válida tradición de la “lectio divina” (NMI 39). Todo bajo la esfera del Evangelio, con creatividad y valentía, para hacernos servidores de los hombres y no para dominarlos.
La parroquia engendra a la fe, pero a su vez es engendrada por la liturgia, “cumbre y fuente de la vida de la Iglesia” (SC 10).La eucaristía edifica a la Iglesia: es la acción que convierte a los cristianos en un solo cuerpo en Cristo (cf. I Cor 10, 17).
Sin la Eucaristía celebrada juntos en el día del Señor, los cristianos no pueden edificar una comunidad cristiana.
¿Existe la convicción de que, cuando la parroquia celebra la eucaristía, se convierte en el cuerpo del Señor en el mundo?
El mayor empeño de la parroquia, párroco y parroquianos juntos, debería ser precisamente el dedicado a la liturgia, de manera que la liturgia sea central y tenga una primacía real sobre toda la vida eclesial.
Se trata de celebrar la liturgia con seriedad y convicción, aunque sea en un momento de pobreza y pequeñez.
Por eso hay que reconocer como momento constitutivo de la vida de la parroquia el domingo, el día del Señor. “¡No podemos vivir sin la eucaristía dominical!”.
Mons. Salvador Cisneros
Parroquia Santa Teresa de Ávila