Carta del Santo Padre a las Misioneras Cabrinianas en el centenario de la muerte de Santa Francisca Javier Cabrini patrona de los migrantes
CARTA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LAS MISIONERAS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS (CABRINIANAS)
EN EL CENTENARIO DE LA MUERTE DE
SANTA FRANCISCA JAVIER CABRINI PATRONA DE LOS MIGRANTES
A la Reverenda Madre
Sor Barbara Louise Staley
Superiora General de las Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús
El centenario de la muerte de Santa Francisca Javier Cabrini es uno de los acontecimientos principales que marcan este año el camino de la Iglesia, tanto por la grandeza de la figura que se conmemora, como por la actualidad de su carisma y de su mensaje, no sólo para la comunidad eclesial, sino para toda la sociedad. Por ello deseo con este mensaje, que acompaño con la oración, participar espiritualmente en la Asamblea General que, como Instituto de las Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús, junto con los colaboradores laicos, celebraréis del 17 al 23 septiembre en Chicago, en el Santuario Nacional dedicado a vuestra amada fundadora y Patrona de los migrantes.
Santa Francisca Javier Cabrini recibió de Dios una vocación misionera que en aquel tiempo podía considerarse singular: formar y enviar por todo el mundo mujeres consagradas, con un horizonte misionero sin límites, no simplemente como auxiliares de los institutos religiosos o misioneros masculinos, sino con un carisma propio de consagración femenina, aunque con plena y total disponibilidad a la colaboración tanto con las Iglesias locales como con las diversas congregaciones dedicadas al anuncio del Evangelio ad gentes. Esta consagración límpidamente misionera y femenina nace en la Madre Cabrini de la unión total y amorosa con el Corazón de Cristo, cuya misericordia va más allá de toda frontera. Vive e inculca a sus hermanas un impulso de reparación del mal en el mundo y de la lejanía de Cristo, que sostiene a la misionera en empresas más allá de las fuerzas humanas: la frase paulina “Omnia possum in eo qui me confortat” (Flp 4, 13) era su lema. Un lema confirmado por el número asombroso y la importancia de las obras comenzadas durante su vida en Italia, Francia, España, Reino Unido, Estados Unidos, Centroamérica, Argentina y Brasil. Pero el amor al Corazón de Cristo, que se traduce en ansia evangelizadora, resplandece en la atención de Francisca Javier Cabrini hacia las que hoy llamaríamos las periferias de la historia: por ejemplo, un año después de un linchamiento cruel de italianos, acusados de haber matado al jefe de policía de Nueva Orleans, en Louisiana, la madre Cabrini abrió una casa en el barrio italiano de más mala fama.
El carisma de Santa Francisca Javier Cabrini anima una dedicación total e inteligente hacia los emigrantes, que desde Italia iban al Nuevo Mundo. Esta elección es el resultado de su sincera y amorosa obediencia al Santo Padre, el Papa León XIII, y no excluye la atención a otras áreas de acción misionera. En nuestros días los movimientos de poblaciones, con las tensiones que inevitablemente surgen, hacen de la Madre Cabrini una figura singularmente actual. En particular, la Santa une la atención a las situaciones de mayor pobreza y fragilidad, como los huérfanos y los mineros, a una sensibilidad cultural lúcida, que, en un diálogo continuo con las jerarquías locales, se esfuerza por conservar y reavivar en los emigrantes la tradición cristiana recibida en sus países de origen, una religiosidad a veces superficial, pero a menudo impregnada de auténtica mística popular, brindando, por otra parte, los caminos para integrarse plenamente en la cultura de los países de destino, de modo que los emigrantes italianos estuvieran acompañados por las Madres Misioneras para ser plenamente italianos y plenamente americanos. La vitalidad humana y cristiana de los emigrantes se convierte así en un don para las iglesias y los pueblos que la reciben. Las grandes migraciones actuales requieren un acompañamiento lleno de amor e inteligencia como el que caracteriza el carisma Cabriniano, de cara a un encuentro de los pueblos que enriquezca a todos y genere unión y diálogo, y no separación y hostilidad. Sin olvidar que Santa Francisca Javier Cabrini conserva una sensibilidad misionera no sectorial sino universal, que es la vocación de todo cristiano y de cada comunidad de discípulos de Jesús.
Este centenario invita a tomar nuevamente conciencia de todo esto, con gratitud íntima y alegre a Dios. Y esto constituye un gran don, en primer lugar para vosotras, las hijas espirituales de la Madre Cabrini. ¡Ojalá todo vuestro Instituto, cada comunidad, cada religiosa reciban una abundante efusión del Espíritu Santo, que reavive la fe y la secuela de Cristo según el carisma misionero de la Fundadora!; y que empuje también a muchos fieles laicos a compartir y sostener vuestra acción evangélica en el contexto social actual. Por mi parte, con gran afecto os aseguro el recuerdo y la oración, sea porque la figura de la Madre Cabrini siempre me es familiar, sea por la solicitud especial que dedico a la causa de los inmigrantes. Mientras os pido que recéis por mí y por mi ministerio, envío de todo corazón una bendición apostólica especial a la Congregación y a toda la familia Cabriniana.
Desde el Vaticano, 29 de agosto de 2017
Memoria del martirio de San Juan Bautista
Francisco
Boletín de la oficina de prensa de la Santa Sede, 19 de septiembre de 2017