“Que sepamos descubrir en nuestras pequeñas cosas de la vida cotidiana, lo grande que es Dios”
Asombrosos amigos lectores: que la benevolencia divina, que a todos protege por igual, los tenga y sostenga con su mano. Que ninguna adversidad se acerque lo más mínimo a ustedes o a los suyos. Todo lo contrario; que ustedes se mantengan “rebosantes” de salud y que la enfermedad que no deja de ser una especie de premonición de que la muerte ronda, se mantenga a una muy respetable distancia. Es mi deseo. Que el buen ánimo, porque….. “al mal tiempo, buena cara”, no decaiga y que los propósitos que quiera Dios, hayamos hecho, no se queden en promesas, porque dicen que “de buenos deseos está tapizado el camino del purgatorio”.
Considero preciso el que cada quien ponga su parte (iba a decir) para “sacar el buey de la barranca”, (porque estamos tocando fondo), para sacar a México a flote de tantas calamidades. Cómo podrá ser esto? Siendo honestos, solidarios, buenos ciudadanos. Entremos de lleno de una buena vez en la “cultura de la legalidad”. Vamos enumerando, para sumarlas, todas las acciones buenas que se realicen. Nada de que…… “ladrón que roba a ladrón, tiene cien años de perdón”. Nada de que………”no tiene la culpa el indio, sino el que lo hace compadre”. Miren cómo se dio un aviso en una iglesia equis: “para quienes tienen hijos, y no lo saben, tenemos en la Parroquia una zona arreglada para niños”; y en otra se avisó: “estimadas señoras: no olviden por favor la venta de beneficencia. Es una buena oportunidad para que se desprendan de aquellas cosas inútiles que les estorban en la casa. Traigan a sus maridos”. Válgame Dios!
Vayamos, sin más preámbulos, a nuestro comentario del evangelio. Después del tiempo de Navidad ahora hemos entrado en lo que se conoce como “tiempo ordinario”. Ya no estamos en un “tiempo fuerte” como lo puede ser el de Navidad o Cuaresma. Qué maravillosa es la Virgen. No contenta con ir hasta la montaña a visitar a su querida prima Isabel, ahora la vemos atenta y mortificada por los demás. Al contrario de lo que solemos hacer nosotros. Es invitada a una fiesta y asiste (con Jesús). Habría música (no de Ramón Ayala), comidita, algo de beber (vino), (baile tal vez) pero sobre todo convivencia, afecto, cariño. Advierte la pena que sienten los anfitriones, algún cuchicheo, sudor, cuando se acaba el vino. Hay países en los que el vino se bebe como beber agua cuesta menos que la leche. Se lo hace notar al hijo: “no tienen vino”. Alguien hubiera dicho: qué bueno que se les acabó, para que ya le paren a la tomadera. Dios es “fiestero”. Quiere que seamos alegres porque….. “un santo triste es un triste santo”, aunque…. “de borrachos y tragones están llenos los panteones”. Y cuando Jesús le quiere insinuar que todavía no le llega la hora de empezar a hacer milagros, María no se da por vencida. Se sale con la suya. “Hagan lo que él les diga”, indica a los “meseros”.
Lo mismo que nos dice a nosotros, obedecer a Jesús. El ordena que llenen unas ánforas de agua y que empiecen a servirlas. Y el milagro se hizo, (el primero). Que nuestra agua se convierta en vino, que sepamos descubrir en nuestras pequeñas cosas de la vida cotidiana, lo grande que es Dios. “No le digas a Dios qué grande es tu problema. Dile a tu problema qué grande es Dios”. Haló Esopo!. Cómo estás? Bien? Tú sabes amigo que ahora todo se resuelve con el celular. Es el gran invento del siglo. Todo mundo trae el suyo. No vas a poder venir? No te apures. Yo les digo a mis amigos lectores. Que nos vas a traer un cuento? Que la próxima semana estás aquí sin falta? Está bien. Te los saludo? Okey. Adios! Amigos: que el Señor me los colme de muchas bendiciones.
Monseñor Eduardo Ackerman Durazo
P. Santa María Reina de la Paz