Encontrar luces en el camino del Adviento

Pastoral de la Comunicación

Tijuana, B.C.- Para una gran mayoría, no es ajeno que el Papa Emérito Benedicto XVI, además de una pluma audaz en el camino espiritual, teológico y místico, así como su profundización sobre la liturgia, nos ofrezca en sus abundantes contenidos algunas líneas esenciales sobre el tiempo litúrgico del Adviento. De las cuales, podemos acentuar las siguientes:

  • El Adviento invita a los creyentes a tomar conciencia de esta verdad y a actuar coherentemente. Resuena como un llamamiento saludable que se repite con el paso de los días, de las semanas, de los meses: Despierta. Recuerda que Dios viene. No ayer, no mañana, sino hoy, ahora. (Vísperas del I domingo del Adviento 2006)

  • Si falta Dios, falla la esperanza. Todo pierde sentido. Es como si faltara la dimensión de profundidad y todas las cosas se oscurecieran, privadas de su valor simbólico; como si no «destacaran» de la mera materialidad.

  • Dios conoce el corazón del hombre. Sabe que quien lo rechaza no ha conocido su verdadero rostro; por eso no cesa de llamar a nuestra puerta, como humilde peregrino en busca de acogida. El Señor concede un nuevo tiempo a la humanidad precisamente para que todos puedan llegar a conocerlo.

  • Nuestra esperanza, está precedida por la espera que Dios cultiva con respecto a nosotros. Sí, Dios nos ama y precisamente por eso espera que volvamos a él, que abramos nuestro corazón a su amor, que pongamos nuestra mano en la suya y recordemos que somos sus hijos. Esta espera de Dios precede siempre a nuestra esperanza, exactamente como su amor nos abraza siempre primero. (I domingo de adviento 2007)

  • Nuestro Dios es “el Dios que viene” y nos invita a salir a su encuentro. ¿De qué modo? En la espera que es la oración, en las que Dios mismo puso y pone continuamente la invocación de su venida en los labios y en el corazón de los creyentes. (I domingo de adviento 2008)

  • Adviento, sobre el significado de esta palabra, que se puede traducir por “presencia”, “llegada”, “venida”. En el lenguaje del mundo antiguo era un término técnico utilizado para indicar la llegada de un funcionario, la visita del rey o del emperador a una provincia. Pero podía indicar también la venida de la divinidad, que sale de su escondimiento para manifestarse con fuerza, o que se celebra presente en el culto.

  • Este tiempo litúrgico fuerte nos invita a detenernos, en silencio, para captar una presencia. Es una invitación a comprender que los acontecimientos de cada día son gestos que Dios nos dirige, signos de su atención por cada uno de nosotros.

  • Existen maneras muy distintas de esperar. Si el tiempo no está lleno de un presente cargado de sentido, la espera puede resultar insoportable; si se espera algo, pero en este momento no hay nada, es decir, si el presente está vacío, cada instante que pasa parece exageradamente largo, y la espera se transforma en un peso demasiado grande, porque el futuro es del todo incierto. (I domingo de Adviento 2009)

  • Durante el tiempo de Adviento sentiremos que la Iglesia nos toma de la mano y, a imagen de María Santísima, manifiesta su maternidad haciéndonos experimentar la espera gozosa de la venida del Señor, que nos abraza a todos en su amor que salva y consuela. (I domingo de adviento 2010)

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