La familia, una comunidad de paz
Al comenzar el año nuevo deseo hacer llegar a todos ustedes mis deseos de paz, junto con un mensaje de esperanza. Lo hago proponiendo reflexionar sobre el tema de la Familia, comunidad de paz. De hecho, la primera forma de comunión entre las personas es la que el amor suscita entre un hombre y una mujer decididos a unirse para construir juntos una nueva familia.
Pero también los pueblos de la tierra están llamados a establecer entre sí relaciones de solidaridad y colaboración como una sola familia humana: «Todos los pueblos forman una única comunidad y tienen un mismo origen, puesto que Dios hizo habitar a todo el género humano sobre la entera faz de la tierra; también tienen un único fin último, Dios».
La familia natural, comunidad íntima de vida y amor es el «lugar primario de „„humanización'' de la persona y de la sociedad», la «cuna de la vida y del amor». Con razón, pues, se ha calificado a la familia como la primera sociedad natural, «una institución divina, fundamento de la vida de las personas y prototipo de toda organización social».
En una vida familiar se experimentan los elementos esenciales de la paz: la justicia y el amor entre hermanos y hermanas, la función de la autoridad manifestada por los padres, el servicio afectuoso a los miembros más débiles, porque son pequeños, ancianos o están enfermos, la ayuda mutua en las necesidades de la vida, la disponibilidad para acoger al otro y, si fuera necesario, para perdonarlo.
Por eso, la familia es la primera e insustituible educadora de la paz. No ha de sorprender, pues, que se considere particularmente intolerable la violencia cometida dentro de la familia. Por tanto, cuando se afirma que la familia es «la célula primera y vital de la sociedad», se dice algo esencial.
La familia es también fundamento de la sociedad porque permite tener experiencias determinantes de paz. Por consiguiente, la comunidad humana no puede prescindir del servicio que presta la familia.
Mons. Salvador Cisneros G.
Parroquia Santa Teresa de Ávila