El más grande en el Reino y la oveja perdida
MATEO 18: 1-5. 11-14 (El más grande en el Reino y la oveja
perdida)
En aquel momento los discípulos se acercaron a Jesús para
preguntarle: "¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?".
Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: "Les
aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no
entrarán en el Reino de los Cielos.
Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, será el más
grande en el Reino de los Cielos. El que recibe a uno de estos
pequeños en mi Nombre, me recibe a mí mismo. Cuídense de
despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que
sus ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi
Padre celestial.
¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y una de ellas se
pierde, ¿no deja las noventa y nueve restantes en la montaña, para
ir a buscar la que se extravió? Y si llega a encontrarla, les aseguro
que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se
extraviaron. De la misma manera, el Padre que está en el cielo no
quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños.
ORACIÓN:
¡Te necesito, Señor Dios!, porque sin ti mi vida se seca. Quiero
encontrarte en la oración, en tu presencia inconfundible, durante
esos momentos en los que el silencio se sitúa de frente a mí, ante
ti. ¡Quiero buscarte! Quiero encontrarte dando vida a la naturaleza
que tú has creado; en la transparencia del horizonte lejano desde
un cerro, y en la profundidad de un bosque que protege con sus
hojas los latidos escondidos de todos sus inquilinos.
¡Necesito sentirte alrededor! Quiero encontrarte en tus
sacramentos, En el reencuentro con tu perdón, en la escucha de
tu palabra, en el misterio de tu cotidiana entrega radical. ¡Necesito
sentirte dentro! Quiero encontrarte en el rostro de los hombres y
mujeres, en la convivencia con mis hermanos; en la necesidad del
pobre y en el amor de mis amigos; en la sonrisa de un niño y en el
ruido de la muchedumbre. ¡Tengo que verte! Quiero encontrarte
en la pobreza de mi ser, en las capacidades que me has dado,
en los deseos y sentimientos que fluyen en mí, en mi trabajo y mi
descanso y, un día, en la debilidad de mi vida, cuando me acerque
a las puertas del encuentro cara a cara contigo. Amén.
Mons. Salvador Cisneros.
Parroquia Santa Teresa de Ávila