Ámense los unos a los otros, como yo los he amado

San Matías Apóstol 

LECTIO

Evangelio: Juan 15, 9-17

 

Jesús continuó hablando a sus discípulos: “Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.

Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto. Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando.

Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre. No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá. Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros.

 

ORATIO

 

Te doy gracias, Señor, por tus visitas, que me llenan de alegría. Te doy gracias también por tus ausencias, que me hacen desear tu alegría. Bendito seas, ahora y siempre, porque sabes cómo gobernar mi corazón y atraerlo a ti.

Permíteme pedirte hoy que no me dejes demasiado solo a merced de los gozos de este mundo, para que no quede conquistado por ellos. Que no me dejes tampoco demasiado solo en las pruebas que el mundo me procura, para que no desespere de tu consuelo.

Sé que debería estar siempre alegre, «en todo tiempo», que siempre debería bendecirte y darte gracias. Sé que un discípulo tuyo no debería estar nunca triste. Pero tú socórreme cuando este mundo me parezca demasiado dulce, para que no me embriague, y también cuando me parezca demasiado amargo, para que no me aplaste. Ayúdame a buscar mi consuelo y mi gozo en ti. Y no dejes de hacerte sentir por este pobre corazón mío, tan frágil y titubeante.

 

MEDITATIO

 

El tiempo de la Iglesia es el tiempo en el que el discípulo se encuentra cogido entre dos gozos: el del mundo y el de Cristo. El gozo del mundo está ligado a la consecución de valores efímeros, como un saber puesto al servicio de intereses materiales; de una carrera social, científica; de la fama; de la rentabilidad económica de nuestras opciones. Sin tener en cuenta la exasperación de la sensualidad y de las sensaciones fuertes e impulsadas al extremo. Con estas cosas suele gozar el mundo.

El gozo que viene de Jesús deriva de ser sus discípulos, de saber que él está cerca en todo momento, que gastar la vida por él y por los hermanos es una inversión ventajosa y un honor grande; que lo único necesario es no perderle a él, sentir su proximidad, estar seguros de caminar hacia su posesión.

Nuestro corazón se encuentra cogido entre estos dos gozos: el primero es más inmediato, aunque fugaz: el segundo es más paciente, pero, sin embargo, no decepciona. A veces ambos gozos se enlazan; otras, se oponen. El corazón del discípulo debe estar orientado siempre hacia el «todavía no», hacia el decisivo«dentro de otro poco volveréis a verme», cuando el gozo, frecuentemente querido y creído, se volverá felicidad plena y sin sombras.

 

Mons. Salvador Cisneros

Parroquia Santa Teresa de Ávila

 

También te podría gustar...