Van a ver que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder para perdonar los pecados

Oración para la corona de Adviento

 

Segunda semana 

Los profetas mantenían encendida la esperanza de Israel. Nosotros, como un símbolo, encendemos estas dos velas. El viejo tronco está rebrotando, florece el desierto. La humanidad entera se estremece porque Dios se ha sembrado en nuestra carne. Que cada uno de nosotros, Señor, te abra su vida para que brotes, para que florezcas, para que nazcas y mantengas en nuestro corazón encendida la esperanza. ¡Ven pronto, Señor. Ven, Salvador!

 

Lunes de la segunda semana de adviento

Evangelio: Lucas 5,17-26

Un día, mientras Jesús enseñaba, estaban allí sentados algunos fariseos y maestros de la ley que habían venido de todas las aldeas de Galilea, de Judea y de Jerusalén. Y el poder del Señor lo impulsaba a realizar curaciones. En esto, aparecieron unos hombres que traían en una camilla a un paralítico y querían introducirlo para ponerlo delante de Jesús; pero, como no veían la manera de hacerlo a causa del gentío, subieron a la terraza, lo bajaron por el techo en la camilla y lo pusieron en medio, delante de Jesús. Viendo la fe que tenían, Jesús dijo: -Hombre, tus pecados quedan perdonados. Los maestros de la ley y los fariseos empezaron a pensar: «¿Quién es éste que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios?». "Pero Jesús, dándose cuenta de lo que pensaban, les dijo: -¿Qué es lo que están pensando? ¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados quedan perdonados; o decir: Levántate y anda? Pues van a ver que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder para perdonar los pecados.

Entonces se volvió hacia el paralítico y le dijo: -Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. Él se levantó en el acto delante de todos, tomó la camilla en que yacía y se fue a su casa, alabando a Dios. Todos quedaron atónitos y alababan a Dios, llenos de temor, diciendo: -Hoy hemos visto cosas extraordinarias.

 

ORATIO

«Dios de la libertad y de la paz, que en el perdón de los pecados nos das un signo de la nueva creación, haz que toda nuestra vida, reconciliada en tu amor, sea alabanza y anuncio de tu misericordia».

Hoy, Señor, quiero unirme con mis hermanos y hermanas a la alabanza del paralítico, perdonado y sanado por ti, y proclamar la grandeza de tu don: el perdón de mis pecados. Con frecuencia también yo he pensado que mis problemas fuesen de otro tipo. ¡Era un necio sin comprender! Ahora tu Palabra me ha manifestado mi verdadero mal y me ha llevado a ti, mi salvación y mi guía. Ahora mi desierto ha florecido y mi estepa abunda de tu agua. Con el salmista también puedo proclamar: «Dichoso el que ve olvidada su culpa y perdonado su pecado… Reconocí ante ti mi pecado, no te encubrí mi falta; me dije: "confesaré al Señor mis culpas ", y tú perdonaste mi falta y mi pecado» (Sal 32).

 

Mons. Salvador Cisneros

Parroquia Santa Teresa de Ávila

 

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