Nuestros representantes
Nuestra democracia es una democracia representativa. Nuestros representantes no son simples agentes pasivos y sus objetivos no dependen de los intereses de partido, sino del bien común.
La representación política tiene una dimensión moral irrenunciable que consiste en el compromiso de compartir el destino del pueblo y en buscar soluciones a los problemas sociales.
Una adecuada representatividad exige evitar la corrupción política. Este cáncer de la democracia traiciona los principios éticos y las exigencias de la justicia social, compromete el funcionamiento del Estado, introduce la desconfianza en las instituciones y el menosprecio de los ciudadanos por la política y sus representantes.
Un candidato debería llenar el siguiente perfil ético mínimo:
1. La honestidad es un criterio fundamental para percibir al candidato como confiable, transparente, coherente, persona de valores como la veracidad, la lealtad, la honradez. Es el principal antídoto contra la corrupción.
2. El conocimiento de las necesidades de la gente. Esto supone cercanía y sensibilidad. No basta el conocimiento técnico, es necesario un conocimiento directo que le permita descubrir las exigencias del bien común tanto en el nivel local como nacional.
3. Compromiso con la reconciliación y la justicia. Es una exigencia ética y un imperativo de la realidad que vivimos. Sólo representantes con un profundo sentido de justicia lucharán, desde el ámbito que les es propio, contra la pobreza y la desigualdad, contra la inseguridad y la violencia, contra la fragmentación social.
4. Capacidad suficiente. No basta la buena voluntad, las tareas de representación son distintas. Una función administrativa y una tarea legislativa requieren formación y capacidades diversas que no se improvisan. La demagogia siempre es engañosa.
5. Sensibilidad por los pobres, por los excluidos, por los indefensos, demostrada no sólo en las campañas electorales, sino en su vida diaria.
Hay que impulsar el voto responsable, animarnos a discernir críticamente y a decidir conforme a una conciencia rectamente formada.
Mons. Salvador Cisneros
Parroquia Santa Teresa de Ávila