Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar

Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas.   

Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas y dijo a los vendedores de palomas: «Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio». Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu Casa me consumirá.  Entonces los judíos le preguntaron: «¿Qué signo nos das para obrar así?». Jesús les respondió: «Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar». Los judíos le dijeron: «Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?».   

Pero él se refería al templo de su cuerpo.   

Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado.

 

ORATIO

 

Dios, Padre nuestro, concédenos a tus hijos:

– pastores firmes en la fe para difundir tu verdad;

– sacerdotes de manos inocentes después de sus obras;

– presbíteros con un corazón puro que no pronun­cia mentira;

– responsables capaces de servir y de suscitar ini­ciativas;

– líderes determinados a convencer más que a vencer;

– maestros dedicados al bien común y no al suyo propio;

– jefes libres de protagonismo y atentos a tu Reino;

– autoridades animosas a la hora de romper surcos de costumbres;

– guías fuertes a la hora de afrontar riesgos, juicios, infidelidades, soledad.

 

En pocas palabras: no «Prometeos», sino personas que se esfuerzan en dar testimonio de ti y en represen­tarte.

 

Mons. Salvador Cisneros

Parroquia Santa Teresa de Ávila

 

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