Un laico pedagogo, orador, catequista y líder social es el patrono de los laicos: Beato Anacleto González Flores
La Conferencia Episcopal Mexicana, votó por unanimidad la propuesta de declarar al beato Anacleto como patrón de los laicos y establecer en el tercer fin de semana de noviembre, en la fiesta de Cristo Rey del Universo, el día de los laicos.
Pastoral para la Comunicación.- “Con gran alegría, la Conferencia Episcopal Mexicana anunció que la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos aprobó que el beato Anacleto González Flores, mártir, sea Patrón de los Laicos Mexicanos”. La noticia, enviada a la agencia Fides, fue comunicada por monseñor Alfonso Miranda Guardiola, obispo Auxiliar de Monterrey y Secretario General de la Conferencia Episcopal Mexicana (CEM).
Anacleto González Flores nació el 13 de julio de 1888 en una familia pobre de Tepatitlán, Jalisco. Después de un período en el seminario, se dedicó a varios trabajos antes de graduarse en Derecho. Pedagogo, orador, catequista y líder social, miembro de la Orden Franciscana Seglar, participó en una extenuante batalla en defensa de la fe católica y la religiosidad del pueblo mexicano por la que el Papa Pío XI le otorgó la Cruz Pro Ecclesia et Pontifice.
Escritor de libros y artículos, padre de dos hijos, para los mexicanos fue “el maestro Cleto”, fundador de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana de Guadalajara y de la Unión Popular. Pero también es conocido como el “Gandhi mexicano”, porque durante la guerra civil defendió el pacifismo y la lucha no violenta. Al amanecer del 1 de abril de 1927 fue arrestado y trasladado al cuartel de Colorado, donde fue sometido a crueles torturas. Antes de morir, con el corazón atravesado por una bayoneta, perdonó a sus torturadores.
El laico mexicano Anacleto González Flores fue asesinado el 1 de abril de 1927 junto con tres jóvenes de Acción Católica de la Juventud Mexicana. Fue beatificado el 20 de noviembre de 2005 en Guadalajara, junto con otros 12 mártires de la Guerra cristera. Durante la revolución mexicana de entre 1920 y 1930, no dudaron en derramar su sangre con tal de no negar la fe católica.
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El Cardenal José Saraiva Martins, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, que presidió entonces el rito de beatificación declaró que la Iglesia del “id y anunciad” es la Iglesia de los mártires, misionera y martirizada. Por lo tanto, el mensaje de los mártires tiene una gran relevancia para nosotros, que vivimos en el tercer milenio, porque nos enseñan su fuerza de voluntad, el valor de vivir y de defender la fe cristiana que recibimos en el bautismo.