Un Palio al servicio de la Unidad, el Evangelio y la Misericordia
Tijuana, B.C.- Hace 2 años nuestro Arzobispo Francisco en la Solemnidad de los Apóstoles S. Pedro y S. Pablo en la Ciudad de Roma, recibía el Palio Arzobispal de manos del Obispo de Roma.
Recordando sus primeras palabras a los medios de comunicación reunidos en Roma, decía: “Lo he recibido de manos del Santo Padre, con alegría discreta y con una profunda paz, que es la paz de Cristo vivo resucitado…nuestro plan va a ser el Evangelio, que vamos a tratar de vivir como una comunidad Diocesana”.
El palio, tejido de lana pura, que se coloca sobre los hombros. Es signo antiquísimo, que los Obispos de Roma llevan desde el siglo IV, así como los Arzobispos. Por ello, puede ser considerado como una imagen del yugo de Cristo. En realidad, el simbolismo del Palio es más concreto aún: la lana de cordero representa la oveja perdida, enferma o débil, que el pastor lleva a cuestas para conducirla a las aguas de la vida. La parábola de la oveja perdida, que el pastor busca en el desierto, fue para los Padres de la Iglesia una imagen del misterio de Cristo y de la Iglesia. El Palio indica, primeramente, que Cristo nos lleva a todos nosotros. Pero, al mismo tiempo, nos invita a llevarnos unos a otros. Se convierte así en el símbolo de la misión del pastor del que hablan la segunda lectura y el Evangelio de hoy. (Fragmento de la Homilía pronunciada por el Papa emérito Benedicto XVI, en el inicio de su Pontificado 24 abril 2005)