Vengan a comer
La liturgia de este domingo gira en torno a la presencia de Cristo Resucitado en la Iglesia. El Señor Jesús, a quien el cosmos entero tributa “honor, gloria y alabanza”, acompaña a los discípulos en la vida de cada día, se hace presente en su testimonio y guía a la comunidad como el único Pastor.El evangelio tiene dos partes: 1. El encuentro de Jesús con sus discípulos junto al lago.2. El encargo que Jesús hace a Pedro.La primera parte narra una experiencia de los discípulos con el Resucitado, vivida en un día normal de trabajo, resaltando que la fe se puede vivir en lo ordinario de la vida, en cualquier tiempo y circunstancia. Pone también de manifiesto que sin Jesús el fracaso es frecuente y la comunidad no puede hacer gran cosa. “Salieron juntos y subieron a la barca; pero aquella noche no lograron pescar nada”. En contraste con aquella experiencia oscura, al clarear el día se presenta Jesús precisamente allí, a la orilla del lago, en medio de la frustración y el cansancio de los suyos. Jesús les dirige su palabra amigable pero llena de autoridad: “Echen la red al lado derecho de la barca y encontrarán peces”. Los invita así a recobrar la fe a través de la obediencia a su palabra. El resultado es una pesca milagrosa. Los discípulos se fiaron de Jesús, pusieron en el centro de sus vidas su palabra y experimentaron, con Jesús en medio, la increíble novedad de la pascua: la vitalidad de la propia fe. Es ahora cuando lo reconocen: “Es el Señor”. No se había dado a conocer antes porque los suyos, después de la pascua, deben aprender a reconocerlo exclusivamente en la fe. El texto termina con una comida en común. Todo es preparado por Jesús, pero la comunidad debe dar también su contribución, por eso Jesús les pide: “Traigan ahora algunos de los peces que acaban de pescar”. Los peces evoca la misión universal de la Iglesia; la unidad de la Iglesia, en cambio, está simbolizada por la única red que no se rompe.
Monseñor Salvador Cisneros
Parroquia Santa Teresa de Ávila