Vísperas – LUNES V SEMANA DE CUARESMA 2020

Lunes, 30 de marzo de 2020.

  1. Dios mío, ven en mi auxilio.
  2. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

 

Himno 1

Te damos gracias, Señor,

porque has depuesto la ira

y has detenido ante el pueblo

la mano que lo castiga.

Tú eres el Dios que nos salva,

la luz que nos ilumina,

la mano que nos sostiene

y el techo que nos cobija.

Y sacaremos con gozo

del manantial de la Vida

las aguas que dan al hombre

la fuerza que resucita.

Entonces proclamaremos:

“¡Cantadle con alegría!

¡El nombre de Dios es grande;

su caridad, infinita!

¡Que alabe al Señor la tierra!

Contadle sus maravillas.

¡Qué grande, en medio del pueblo, el Dios que nos justifica!”. Amén.

 

Salmodia

Antífona 1: El Señor se complace en el pobre

 

Salmo 10

 

El Señor, esperanza del justo

 

Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. (Mt 5,6)

 

Al Señor me acojo, ¿por qué me decís:

«Escapa como un pájaro al monte,

porque los malvados tensan el arco,

ajustan las saetas a la cuerda,

para disparar en la sombra contra los buenos?

Cuando fallan los cimientos,

 

¿qué podrá hacer el justo?»

Pero el Señor está en su templo santo,

el Señor tiene su trono en el cielo,

sus ojos están observando,

sus pupilas examinan a los hombres.

 

El Señor examina a inocentes y culpables,

y al que ama la violencia él lo odia.

Hará llover sobre los malvados ascuas y azufre,

les tocará en suerte un viento huracanado.

 

Porque el Señor es justo y ama la justicia:

los buenos verán su rostro.

 

Antífona 2: Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

 

Salmo 14

 

¿Quién es justo ante el Señor?

 

Os habéis acercado al monte Sión, ciudad del Dios vivo (Hb 12,22)

 

Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda

y habitar en tu monte santo?

 

El que procede honradamente

y practica la justicia,

el que tiene intenciones leales

y no calumnia con su lengua,

 

el que no hace mal a su prójimo

ni difama al vecino,

el que considera despreciable al impío

y honra a los que temen al Señor,

 

el que no retracta lo que juró

aun en daño propio,

el que no presta dinero a usura

ni acepta soborno contra el inocente.

 

El que así obra nunca fallará.

 

Antífona 3: Dios nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus hijos.

 

Ef 1,3-10

 

 

El Dios salvador

 

Bendito sea Dios,

Padre de nuestro Señor Jesucristo,

que nos ha bendecido en la persona de Cristo

con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

 

Él nos eligió en la persona de Cristo,

antes de crear el mundo,

para que fuésemos santos

e irreprochables ante él por el amor.

 

Él nos ha destinado en la persona de Cristo,

por pura iniciativa suya,

a ser sus hijos,

para que la gloria de su gracia,

que tan generosamente nos ha concedido

en su querido Hijo,

redunde en alabanza suya.

 

Por este Hijo, por su sangre,

hemos recibido la redención,

el perdón de los pecados.

El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia

ha sido un derroche para con nosotros,

dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

 

Éste es el plan

que había proyectado realizar por Cristo

cuando llegase el momento culminante:

recapitular en Cristo todas las cosas

del cielo y de la tierra.

 

Lectura Breve

Rm 5, 8-9

 

Dios nos demuestra el amor que nos tiene en el hecho de que, siendo todavía

pecadores, murió Cristo por nosotros. Así que con mayor razón, ahora que hemos sido justificados por su sangre, seremos salvados por él de la cólera divina.

 

Responsorio Breve

  1. Yo dije: “Señor, ten misericordia.”
  2. Yo dije: “Señor, ten misericordia.”
  3. Sáname, porque he pecado contra ti.
  4. Señor, ten misericordia.
  5. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
  6. Yo dije: “Señor, ten misericordia.”

 

Canto Evangélico

Antífona: Sobre mi persona testifico yo, y testifica en mi favor el Padre que me ha enviado.

 

Magnificat Lc 1, 46-55

 

Alegría del alma en el Señor

 

Proclama mi alma la grandeza del Señor,

se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;

porque ha mirado la humillación de su esclava.

 

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,

porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:

su nombre es santo,

y su misericordia llega a sus fieles

de generación en generación.

 

Él hace proezas con su brazo:

dispersa a los soberbios de corazón,

derriba del trono a los poderosos

y enaltece a los humildes,

a los hambrientos los colma de bienes

y a los ricos los despide vacíos.

 

Auxilia a Israel, su siervo,

acordándose de la misericordia

—como lo había prometido a nuestros padres—

en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

Preces

Invoquemos al Señor Jesús, que nos ha salvado a nosotros, su pueblo, librándonos de nuestros pecados, y digámosle humildemente:

Jesús, Hijo de David, compadécete de nosotros.

Te pedimos, Señor Jesús, por tu Iglesia santa, por la que te entregaste para consagrarla con el baño del agua y con la palabra,

— purifícala y renuévala por la penitencia.

Maestro bueno, haz que los jóvenes descubran el camino que les preparas,

— y que respondan siempre con generosidad a tus llamadas.

Tú que te compadeciste de los enfermos que acudían a ti, levanta la esperanza de

nuestros enfermos,

 

— y haz que imitemos tu gesto generoso y estemos siempre atentos al bien de los que sufren.

Haz, Señor, que recordemos siempre nuestra condición de hijos tuyos, recibida en el bautismo,

— y que vivamos siempre para ti.

Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.

Da tu paz y el premio eterno a los difuntos,

— y reúnenos un día con ellos en tu reino.

Con el gozo de sabernos hijos de Dios, acudamos a nuestro Padre, diciendo: Padre

nuestro.

 

Padre Nuestro

Padre nuestro, que estás en el cielo,

santificado sea tu nombre,

venga tu reino,

hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día,

perdona nuestras ofensas,

como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;

no nos dejes caer en tentación,

y líbranos del mal.

 

Oración

Señor Dios nuestro, cuyo amor sin medida nos enriquece con toda bendición, haz que, abandonando la corrupción del hombre viejo, nos preparemos, como hombres nuevos, a tomar parte en la gloria de tu reino. Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

  1. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
  2. Amén.

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