¿Qué es la vocación?

La vocación no es un mero añadido que se sobrepone al ser cristiano, sino que representa la inspiración de fondo que da sentido, cohesión y valor a la vida y a todas las acciones. La persona llamada no puede alejarse del mundo y de la realidad en que vive. No puede volverse atrás con actitudes de falta de compromiso y de evasión. Su presencia debe ser signo visible de una fe y una esperanza que van más allá de todos los proyectos y logros humanos. Debe ser, sobre todo, un signo y un testimonio del amor de Dios que, en Cristo resucitado, alcanza a todos los hombres para librarles de sus miedos e inseguridades y para otorgarles libertad, alegría y paz. La vocación es una propuesta para dar continuo testimonio del amor del Padre que nos llama hijos suyos.

Cada encuentro con Cristo Resucitado desemboca en un envío, implícito o explícito, en una misión; porque allí donde la fe pascual es verdadera, no soporta verse sepultada en lo privado, en el ámbito reducido de la conciencia, sino que se traduce naturalmente en el anuncio misionero. La primera lectura expresa la actitud decidida de Pedro, renovado por la fuerza del Espíritu, que anuncia el contenido central de la fe en el nombre del Señor.

La vida nueva del cristiano, producida por Dios que lo hace hijo suyo, es una realidad maravillosa que debería manifestarse en gestos, signos y actitudes. Pero no siempre sucede así. Por ello se necesitan personas que manifiesten concretamente en su vida en qué consiste esta novedad. Personas que se dediquen de un modo continuo a respetar y amar a los demás con hechos, no sólo con palabras, predicadores de la vida que eligen entregarse a los ancianos, los minusválidos, los enfermos, los pobres, los drogadictos, los niños… Muchos hombres y mujeres ya están alentando con su existencia concreta la labor de instauración y crecimiento del reino a través de la multiforme expresión de los dones del Espíritu. Pero este trabajo no termina y son necesarias nuevas colaboraciones.

La Jornada que hoy celebramos nos invita a una constante acción de gracias a Dios que se ha de traducir en una vida consecuente: la que brota de la fe nutrida por la esperanza. A la espera de un nuevo Pentecostés vocacional, hemos de proseguir trabajando y sembrando como si todo dependiese de nosotros, sabiendo que todo está en manos del Señor Resucitado, Buen Pastor.

 

Mons. Salvador Cisneros G.

Parroquia Santa Teresa de Ávila

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