El Padre está en mí y yo en el Padre

Viernes 30

Lectura

Evangelio: Juan 10,31-42

De nuevo los judíos agarraron piedras para apedrearlo. Jesús les replicó: «He hecho muchas obras buenas ante ustedes de parte de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedrean?». Los judíos le contestaron: «No te apedreamos por ninguna obra buena, sino por blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios». Jesús les respondió: «¿No está escrito en su ley: Yo dije: ustedes son dioses? Si la ley llamó dioses a los que se dirigió la palabra de Dios, y la Escritura no puede fallar, ¿por qué dicen que blasfemo yo, que he sido consagrado y enviado al mundo por el Padre, porque he dicho: Soy hijo de Dios? Si no hago las obras de mi Padre, no me crean; pero si las hago, aunque no me crean a mí, crean en las obras, para que sepan y reconozcan que el Padre está en mí y yo en el Padre».

Por eso intentaban prenderlo de nuevo, pero se les escapó de las manos. Fue nuevamente al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había estado al principio bautizando, y se quedó allí. Muchos acudieron a él y decían: «Juan no hizo ningún milagro, pero todo lo que dijo sobre éste era verdad». Y muchos creyeron en él.

ORATIO

Señor, ¿cómo creer que eres Hijo de Dios cuando te haces presente en medio de nosotros de modo tan desconcertante? ¡Cuántas veces quisiéramos también nosotros reducir al silencio las exigencias de tu Palabra, cuando nos toca en lo vivo pidiéndonos opciones costosas y coherentes! ¿Acaso nuestras resistencias, nuestros rechazos o indecisiones no pesan en tu corazón como las piedras que los judíos cogieron para lapidarte?… Pero tú huyes.

Señor, tú huyes siempre de la presa, de los que tratan de reducirte a su medida, a sus ideas, a sus imágenes, a sus absurdas pretensiones de comprender y explicar todo. Tú huyes de las miradas de los que se miran a sí mismos y sus ideas, cuando deberían fijar los ojos en ti y en tu luz.

Señor, concédenos acogerte en tu Palabra de verdad, de acogerte a ti, que te revelas como Hijo del hombre e Hijo de Dios. Derrama tu luz sobre nosotros para que nos permita creer sin vacilar, para que nos conceda perseverar en la fe sin ceder a compromisos alienantes.

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Soportar los ultrajes, ser objeto de burla a causa de la fe, es una señal de los creyentes, a lo largo del tiempo. Hace mal al cuerpo y al alma cuando no pasa un día sin que el nombre de Dios sea expuesto a la duda o la blasfemia.

¿Dónde está tu Dios? Yo lo confieso ante el mundo y ante todos sus enemigos cuando desde el abismo de mi miseria creo en su bondad, cuando desde la culpa creo en su perdón, desde la muerte en la vida, desde la derrota en su victoria, desde el abandono en su presencia llena de gracia. Quien ha encontrado a Dios en la cruz de Jesucristo sabe cómo Dios se esconde de modo sorprendente en este mundo, sabe cómo está presente al máximo precisamente donde pensábamos que estaba sumamente lejano. Quien ha

encontrado a Dios en la cruz perdona también a todos sus enemigos, porque Dios le ha perdonado.

Oh Dios, no me abandones cuando tenga que padecer ultrajes; perdona a todos los ateos, porque me has perdonado a mí, y lleva a todos a ti, por la cruz de tu hijo amado. ¡Abandona cualquier preocupación y espera! Dios sabe el momento de ayudarte y llegará sin duda, pues es Dios verdadero. El será la salvación de tu rostro, pues te conoce y te ha amado aun antes de crearte. No dejará que caigas. Estás en sus manos. Sólo podrás dar gracias por todo lo

sucedido, porque habrás aprendido que Dios omnipotente es tu Dios. Tu salvación se llama Jesucristo.

Trinidad de Dios, te doy gracias por haberme elegido y amado. Te doy gracias por los caminos por los que me guías. Te doy gracias porque tú eres mi Dios. Amén (D. Bonhoeffer, Memoria e fedeltá, Magnano 1995, 40s).

Mons. Salvador Cisneros

Parroquia Santa Teresa de Ávila

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