Familia y vida: son el antídoto para detener la anticultura de la muerte
Pastoral para la Comunicación. – Rodrigo Iván Cortes del Frente Nacional por la Familia, expreso en columna para el “Semanario desde la Fe” una columna al respecto de las situaciones que enfrenta México. A continuación, su contenido:
“El año 2019 pasará a la historia de México como el año, en el que mes con mes, se fueron rompiendo los récords históricos de violencia y muerte en nuestro país. México está inmerso en una terrible anticultura de la muerte, en la cual, cada día se piensa que se vale lucrar con el daño al prójimo.
El Papa Francisco en un reciente encuentro nos planteaba que, si ante un problema es lícito contratar a un sicario para resolverlo, ¿en verdad se vale considerar como solución ante una dificultad o problema el eliminar a una persona?
Nuestro país no necesita más anticultura de la muerte, tenemos todos que trabajar por detener la locura del crimen organizado ilegal y esforzarnos por construir una auténtica cultura de la vida, para ello se requiere empezar por la familia, célula básica de la sociedad en la cual no sólo se gesta, sino que también se debe acoger y cuidar la vida en todo su ciclo vital.
Familia y vida son el antídoto para detener la locura de la anticultura de la muerte y vivir en una libertad responsable.
Es por eso que el año 2019 resultó de lo más contradictorio, ya que en el Congreso Federal y en varios congresos locales no sólo no se aportó a una solución, sino que varios legisladores se convirtieron en parte del problema queriendo añadir al crimen organizado ilegal la legalización del crimen organizado del aborto, no solo no apoyar a la familia sino debilitarla y atentar contra las libertades fundamentales de conciencia, expresión, religiosa y la libertad de los padres para educar a sus hijos.
Esos actores políticos lejos de solucionar los problemas urgentes de la población, han intentado agravar la -ya de por sí- complicada situación del país con una insistencia obcecada de tratar de meter el aborto, la ideología de género y la legalización de las drogas, tanto en lo federal como en lo local, tanto en la Constitución como en legislación secundaria.
Este año 2020 viene más intenso aún, estimo que las fuerzas antinatalistas y de la ideología de género, en lo global y lo local, que pretenden callar e incluso sancionar cualquier opinión que no vaya con lo que Benedicto XVI llamara “dictadura del relativismo” va a arreciar.
Por ello, es muy importante cultivar tres virtudes que nos ayudarán en los esfuerzos del nuevo año, estas son la esperanza, la alegría y la fortaleza.
La esperanza no es lo mismo que el optimismo, el gran opositor a esperanza no es lo mismo que el optimismo, el gran opositor a la dictadura comunista en Checoslovaquia y después presidente de la república Checa, Vaclav Havel, decía “Esperanza no es lo mismo que optimismo. No es la convicción de que algo saldrá bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, independientemente de cómo resulte”.
Es menester también permanecer alegres, pero ojo, la alegría no puede confundirse con la risa loca tipo Joker, la alegría auténtica proviene de la capacidad de disfrutar la plenitud de sentido y es necesaria para hacer el bien, por eso decía San Agustín “si dieres el pan triste, el pan y el mérito perdiste”.
Y no nos puede faltar la fortaleza, que es una virtud que se mide en la capacidad de resistir y acometer a favor y en el sentido de una causa noble, que no se amilana ante las dificultades y que busca constantemente lograr el bien, aunque se vea lejano o sean muchas las adversidades.
Entonces podemos preguntarnos si tiene sentido seguir luchando por la vida, la familia y las libertades, y la respuesta es contundente: claro que tiene sentido luchar a favor de la causa del derecho fundamental a la vida, sobre todo la de los seres humanos más indefensos, a favor de la familia que se fundamenta en la complementariedad entre hombre y mujer que se abren a gestar, acoger y cuidar la vida en todas sus etapas, y las libertades fundamentales como son la libertad de conciencia, de expresión, de religión y la de los padres para educar a sus hijos.