MENSAJE CUARESMAL 2018 “SENSIBLES A LAS NECESIDADES MATERIALES, MORALES Y ESPIRITUALES DE NUESTROS HERMANOS”
La cuaresma es un tiempo propicio para la conversión, para volver el corazón a Dios y a los hermanos, reflexionando sobre la pobreza que enriquece desde el punto de vista de Cristo y sobre las diferentes formas de pobreza que sufre la humanidad en la actualidad.
Dios quiso que su Hijo Jesucristo asumiera nuestra condición humana y se hiciera semejante a nosotros en todo, menos en el pecado; que naciera en un establo, viviera siempre pobre y acogiera a los pobres como los predilectos en su reino.
Ser pobre materialmente no es una desgracia, ser pobre de espíritu y no poner el corazón en los bienes terrenales es una condición óptima para que Dios nos tome por su cuenta y Él sea nuestra única riqueza. Con Él a nuestro lado no nos falta absolutamente nada.
En la vida diaria se multiplican las oportunidades para responder a la miseria material, moral y espiritual de nuestros hermanos. Todo gesto, por sencillo que sea, hecho con amor, es como un bálsamo en su corazón y es una ofrenda agradable en la presencia de Dios.
No nos acostumbremos a convivir con las injusticias y no seamos insensibles a las necesidades más elementales de nuestros hermanos. No permitamos que el poder, el lujo y el dinero se conviertan en ídolos, que impidan una distribución justa de la riqueza. Es necesario que, con una conciencia bien formada, nos convirtamos a la justicia, a la igualdad, a la sobriedad y al compartir. Por ser imagen y semejanza de Dios, todo ser humano tiene una gran dignidad que debe ser respetada, por lo que a nadie se le debe privar de sus derechos fundamentales y de los bienes de primera necesidad.
En nuestra sociedad hay también muchos vicios, rostro de la miseria moral en adolescentes y jóvenes, así como en adultos y niños, que dañan su propia vida y la de nuestras familias y pueblos; por lo que es necesario atender esta urgencia desde el interior de los propios hogares e impulsar una agenda social que prevenga y combata estos vicios que con frecuencias son fatales.
Todos procedemos del amor de Dios a través del amor de nuestros padres, Él nos lleva en sus manos paternales y nunca nos deja solos. Quien quiere vivir sin Dios, es el ser más desdichado y no puede ser verdaderamente feliz; en cambio, quien a Dios tiene, nada le falta.
En esta cuaresma seamos sensibles a la miseria material, moral y espiritual de tantos hermanos nuestros y démosles una respuesta de amor, recordando que “hay más alegría en dar que en recibir” (Hch 20,35). Obsequiemos nuestro tiempo, nuestros dones y carismas como remedio a tanta miseria que nos rodea. Despojémonos de aquello que no necesitamos, de lo que es superfluo o de algo a lo que queremos renunciar libre y gozosamente, aunque nos duela tal desprendimiento, a fin de ayudar y enriquecer a otros hermanos con nuestra pobreza. Entonces estaremos viviendo el sentido profundo de la cuaresma.
Su servidor en Cristo Jesús…
+Mons. Francisco Moreno Barrón
Arzobispo Metropolitano de Tijuana