Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios

MARTES

 

La Palabra de Dios proclamada en adviento resume las esperas y búsquedas del hombre iluminando cuanto se agita en el corazón y en la mente del hombre; invita a perseverar en la espera y, a la vez, anuncia el cumplimiento de esta espera.

 

Evangelio: Lucas 10,21-24

En aquel momento, el Espíritu Santo llenó de alegría a Jesús, que dijo: -Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y se las has dado a conocer a los sencillos. Sí, Padre, así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; y quién es el Padre, sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar. Volviéndose después a los discípulos, les dijo en privado: Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven. Porque les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron.

 

ORATIO

Señor Jesús, renuevo de Jesé, el Padre ha posado sobre ti el Espíritu. Derrama en nosotros el Espíritu que nos guíe en la búsqueda de la verdadera sabiduría para saber vivir bien y lograr la felicidad verdadera.

Derrama en nosotros tu Espíritu, para que nos conceda el comprender nuestra historia en el plan de Dios Padre.

Derrama en nosotros el Espíritu de consejo y valentía, para poder tomar decisiones juiciosas y concretizarlas en hechos con perseverancia, paciencia y tenacidad.

Derrama en nosotros el Espíritu de conocimiento, para poder tener contigo una profunda familiaridad que nos permita penetrar los secretos de tu corazón manso y humilde.

Derrama en nosotros el Espíritu del temor del Señor, para que la voluntad del Padre sea verdaderamente el centro de nuestros pensamientos, deseos y proyectos.

Derrama en nosotros el Espíritu con el que revelas al Padre a los pequeños, a los pobres, para que nos haga pobres, gozosos y libres a imitación tuya, el Hijo que nos colma de alegría.

 

Mons. Salvador Cisneros

Parroquia Santa Teresa de Ávila

 

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