Tomando los siete panes y dando gracias, los partió y los dio a sus discípulos para que los sirviera

Sábado 12

Lectura

Marcos 8,1-10

Por aquellos días, había de nuevo mucha gente y no tenían qué comer, llamó entonces Jesús a sus discípulos y les dijo: «Siento compasión de esta gente, porque hace ya tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer. Si los despido en ayunas a sus casas, desfallecerán en el camino, y algunos de ellos han venido de lejos.» Sus discípulos le respondieron: «¿Cómo podrá alguien saciar de pan a éstos aquí en el desierto?» Él preguntó: «¿Cuántos panes tienen?» Ellos le respondieron: «Siete.» Entonces él mandó a la gente acomodarse sobre la tierra y, tomando los siete panes y dando gracias, los partió y los dio a sus discípulos para que los sirvieran, y ellos los sirvieron a la gente. Tenían también unos pocos pececillos. Y, pronunciando la bendición sobre ellos, mandó que también los sirvieran. Comieron y se saciaron, y recogieron de los trozos sobrantes siete canastas. Eran unos cuatro mil hombres; y luego los despidió Jesús. Subió a la barca con sus discípulos y se fue a la región de Dalmanutá.

 

Reflexión

Esta segunda narración de la multiplicación de los panes, que describe hoy el evangelio de san Marcos, sucede en un territorio pagano, la región de Decápolis. Jesús se presenta como un Mesías para todos, compadecido de la muchedumbre. Con siete panes y unos peces da de comer a cuatro mil personas y todavía sobran siete canastos.Aprendamos de Jesús su misericordia ante las situaciones que vemos en el mundo. Por pobres o alejadas que nos parezcan las personas, Jesús nos ha enseñado a atenderlas y a dedicarles nuestro tiempo. No sabremos hacer milagros. Pero hay multiplicaciones de panes – de paz y de esperanza y de cultura y de bienestar- que no necesitan de un poder milagroso, sino de un buen corazón, semejante al de Cristo, para hacer el bien.La «salvación» que Jesús nos encarga abarca a la persona entera,  espiritual y física. La comida eucarística nos impulsa a repartir también a los demás nuestros dones humanos, para que todos puedan alimentarse dignamente y no se queden desmayados por los caminos tan inhóspitos y desesperanzados de este mundo. 

 

Mons. Salvador Cisneros G.

Parroquia Santa Teresa de Ávila 

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