Un camino de vida

No es necesario un análisis muy profundo para descubrir las actitudes de autodefensa, recelo y evasión que adoptamos ante las personas que pueden perturbar nuestra tranquilidad.

Cuántos rodeos para evitar a quienes nos resultan molestos o incómodos. Cómo apresuramos el paso para no dejarnos alcanzar por quienes nos agobian con sus problemas, penas y sinsabores.

Se diría que vivimos en actitud de guardia permanente ante todo aquel que puede ser un peligro en potencia para nuestra felicidad. Siempre podemos recurrir al hecho de que «estamos muy ocupados».

Estar ocupados, activos, en movimiento constante, se ha convertido en algo que casi forma parte de nuestro mismo ser. Algo que nos encierra en nuestro pequeño mundo de preocupaciones y bloquea e impide nuestra relación amistosa y fraterna con quienes vamos encontrando en el camino de la vida.

Qué actualidad cobra la "parábola del samaritano" en esta sociedad de hombres y mujeres que corren cada uno a sus ocupaciones, se agitan tras sus propios intereses y gritan cada uno sus propias reivindicaciones.

Según Jesús, sólo hay una manera de «tener vida». Y no es la del sacerdote y el levita que ven al necesitado y «dan un rodeo» para seguir su camino, sino la del samaritano que camina por la vida con los ojos y el corazón bien abiertos para detenerse ante quien puede necesitar su cercanía.

Cuando se escuchan sinceramente las palabras de Jesús, sabemos que no podemos escondernos detrás de «nuestras ocupaciones» ni refugiarnos en teorías. Se ama a la humanidad cuando se ama a los hombres concretos que caminan a nuestro lado. Quien lo comprende, sabe que todos somos «compañeros de viaje», que compartimos una misma condición de fragilidad y nos necesitamos unos a otros. Quien vive atento a todo ser amenazado, encuentra un gusto nuevo por la vida. Heredará la vida eterna.

 

Mons. Salvador Cisneros

Parroquia Santa Teresa de Ávila

 

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