El Ruido Ambiental: una clara forma de violencia

La violencia en México ha sido un tema debatido y repensado desde todos los ámbitos, y enfrentado con armas y el ejército en la lucha por establecer el orden en comunidades, regiones, estados donde la impunidad y la corrupción han desbordado todo límite. Pero poco se ha hablado sobre el tema del RUIDO AMBIENTAL COMO VIOLENCIA TAMBIÉN.

En muchos países desarrollados las reglas en los ayuntamientos y en las políticas del Estado han tenido la gran preocupación de que sus ciudadanos y habitantes de tales países como Estados Unidos, Francia, Alemania, Reino Unido e inclusive China y Japón, vivan en paz ambiental, desde el punto de vista de los ruidos y de los festejos prohibidos en zonas especiales y a horas específicas. Recuerdo una ocasión que me tocó estar un verano en Alemania en el año 2001, que me enteré que había una Ley en la ciudad de Frankfurt que prohibía que los niños gritaran o hicieran ruidos innecesarios en los patios de las casas. (Creo que esta medida es en cierta medida DURA, sobre todo para con los niños, pero es una propuesta interesante, aunque impensable e irrealizable en México, donde además de ruidosos somos expertos en quebrantar cualquier ley que se nos ponga al frente). Nótese simplemente cuando cruzamos a México en la frontera a Tijuana, la gente tira los chicles y la basura de las ventanas de los carros, porque en México no te multan.

No pretendo con este artículo proponer una ley así de tajante sobre todo con los gritos normales de los niños y de los ladridos de los perros, sino que mi interés es enfocarme en poder coadyuvar en romper los paradigmas del tipo mexicano que cumple todas las leyes, hasta los puntos y las comas en reglas urbanas o vehiculares en los Estados Unidos, porque acá en México aún las cosas se arreglan con “mordidas” económicas, con “relaciones de compadrazgos”, con sobres bien reportados para callar cualquier boca, con “cañonazos de un millón de pesos” como diría un famoso caudillo del colectivo mexicano.

El Nepotismo, el servilismo, el pecado social de la corrupción y la frivolidad de muchos estratos en el mundo mexicano hacen que las leyes no sirvan, o que bien, sirvan para ser violadas. No estoy hablando sólo de la violencia ambiental que tiene horarios establecidos, como el paso de la venta de todo: “ahí viene el Gas”, “llegó el Agua”, “los tamales de elote”, “se recoge fierro viejo o usado, etc.”, también está el peligroso ruido cerca de las escuelas del paso del tren, de los aviones, etc., por ejemplo en la zona baja y alta de la Libertad o en la colonia 70-76; sino me refiero más contundentemente a lo que dijo una ocasión (exactamente en mayo del 2012) mi amigo y periodista el Sr. Oscar Genel, en el PERIÓDICO Frontera, donde se quejaba del ruido excesivo de las fiestas y de los músicos que en cualquier rincón de Tijuana hacen de las suyas sin la más mínima consideración a los habitantes de los alrededores. Yo sé que existen leyes que regulan el ruido y la venta de alcoholes, pero en realidad cuando se tocan intereses de algún “hombre fuerte” de la sociedad (dijo fuerte en cuanto adinerado o político influyente), las leyes se quedan por desgracia en el papel y se ven muy bonitas las letritas en los reglamentos municipales. Yo tengo ejemplos concretos; miren simplemente la gente que vive a los alrededores de la colonia Cacho (Tijuana) o en la recta de la Chapultepec todas las noches viven el espantoso ruido de las nuevas discotecas y bares que se multiplican como “hormigas”, faltando al respeto de los “tranquilos ciudadanos” que se quieren dormir para levantarse en la madrugada a trabajar. Yo mismo tengo un problema aquí cerca de la Nueva Catedral, con un “antro” que se abrió a finales del año pasado, en el Edificio Cassar, y que por más cartas y pláticas que hemos hecho, lo único que he encontrado es la incapacidad de las autoridades de regular y de respetar al ambiente, sobre todo durante las noches.

Definitivamente el ruido es una forma de violencia y queremos que los siguientes gobiernos puedan hacer valer la ley, no importando si el dueño de los “antros” tenga influencias o sea de algún renombre de la sociedad, porque en fin de cuentas ese ruido y ese desorden un día, no muy lejano, tocará también las ventanas de sus casas y lo único que podrán decir: “hay que aguantarse, pues no podemos exigir lo que nosotros no cumplimos”. La violencia en definitiva no es sólo física o psicológica, sino también el ruido de los bares y de los antros han hecho que la violencia sea “AUDITIVA”. Tijuana siga siendo una ciudad difícil de habitar, al menos que uno viva en alguna privada donde haya alguien “importante” quien no tolere que molesten a su sagrada familia en su casa a altas horas de la noche, porque definitivamente en las colonias más lejanas de Tijuana y en el mismo Centro (Calle 6ta. y calle Revolución), las cosas van empeorando y sálvese quien pueda! En la Zona Río también poco a poco se va convirtiendo en un lugar violentado por los ruidos, y eso que hay reglamentos que exigen no se pongan “jardines de fiestas” o “antros” en zonas donde haya “hospitales”, “escuelas” y “templos religiosos de cualquier índole”. Hasta los de la Iglesia Universal se han quejado, y no ha habido modo de callar a los antros alrededor. ¿Será que no podamos resolverlo adecuadamente?

Hagamos un frente común y con las leyes en las manos hagamos posible que se cumpla a cabalidad el reglamento urbano de buena convivencia, porque “EL RESPETO AL DERECHO AJENO ES LA PAZ”. “Si tú no me respetas como quieres que te respete yo”, diría otro autor.

 

Pbro. Jorge Echegollén

Parroquia Nuestra Señora de Guadalupe, Zona Río

 

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