El Bautismo es precisamente lo que nos habilita y también nos impulsa a ser misioneros, a anunciar el Evangelio
“Hoy, solemnidad de la Ascensión del Señor y Jornada Mundial de las Comunicaciones el Santo Padre Francisco se ha asomado a mediodía a la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano para rezar el Regina Coeli con los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.
Estas han sido las palabras del Papa en la oración mariana:
Antes del Regina Coeli
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy, en Italia y en muchos otros países, se celebra la solemnidad de la Ascensión del Señor. Esta fiesta contiene dos elementos. Por un lado, dirige nuestra mirada al cielo, donde Jesús glorificado se sienta a la diestra de Dios (ver Mc 16, 19). Por otro, nos recuerda el comienzo de la misión de la Iglesia: ¿por qué? Porque Jesús resucitado y ascendido al cielo envía a sus discípulos a difundir el Evangelio en todo el mundo. Por lo tanto, la Ascensión nos insta a levantar la mirada hacia el cielo, para volverla inmediatamente después a la tierra, llevando a cabo las tareas que el Señor resucitado nos confía.
Es lo que nos invita a hacer el pasaje del Evangelio de hoy, en el cual el evento de la Ascensión viene inmediatamente después de la misión que Jesús confía a los discípulos. Es una misión infinita, es decir, -literalmente sin confines- que excede las fuerzas humanas. En efecto, Jesús dice: “Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio a toda criatura” (Mc 16, 15). ¡Realmente parece demasiado audaz la tarea que Jesús confía a un pequeño grupo de hombres simples y sin grandes capacidades intelectuales! Sin embargo, esta compañía escasa, irrelevante para los grandes poderes del mundo, es enviada a llevar el mensaje de amor y misericordia de Jesús a todos los rincones de la tierra.
Pero este proyecto de Dios solo puede cumplirse con la fuerza que Dios mismo concede a los apóstoles. En este sentido, Jesús les asegura que su misión será sostenida por el Espíritu Santo. Dice así: “Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines de la tierra” (Hch 1,8). Así, esta misión pudo hacerse realidad, y los apóstoles comenzaron esa tarea, que luego continuaron sus sucesores. La misión confiada por Jesús a los apóstoles ha continuado a través de los siglos, y continúa todavía hoy: requiere la colaboración de todos nosotros. Efectivamente, cada uno, en virtud del bautismo que ha recibido, está capacitado por su parte para anunciar el Evangelio. El Bautismo es precisamente lo que nos habilita y también nos impulsa a ser misioneros, a anunciar el Evangelio.
La Ascensión del Señor al cielo, mientras inauguramos una nueva forma de presencia de Jesús en medio de nosotros, nos pide que tengamos ojos y corazón para encontrarlo, servirlo y testimoniarlo él ante los demás. Se trata de ser hombres y mujeres de la Ascensión, es decir, buscadores de Cristo a lo largo de los senderos de nuestro tiempo, llevando su palabra de salvación hasta los confines de la tierra. En este itinerario nosotros encontramos a Cristo mismo en los hermanos, especialmente en los más pobres, en aquellos que sufren en carne propia la dura y mortificante experiencia de las pobrezas viejas y nuevas. Como al principio Cristo resucitado envió a sus apóstoles con la fuerza Espíritu Santo, también hoy nos envía a todos, con la misma fuerza, para dar señales concretas y visibles de esperanza. Porque Jesús nos da esperanza, subió al cielo y abrió sus puertas y la esperanza de que lleguemos allí.
La Virgen María que, como Madre del Señor muerto y resucitado, animó la fe de la primera comunidad de los discípulos, nos ayude también a nosotros a mantener “levantado el corazón”, como nos invita a hacer la liturgia. Y que, al mismo tiempo, nos ayude a tener “los pies en la tierra”, y a sembrar con valor el Evangelio en las situaciones concretas de la vida y de la historia.
Después del Regina Coeli
Queridos hermanos y hermanas:
Estoy particularmente cercano al querido pueblo de Indonesia, de manera especial a las comunidades cristianas de la ciudad de Surabaya, que han sido duramente afectadas por el grave ataque a los lugares de culto. Elevo mi oración por todas las víctimas y sus familiares. Invoquemos juntos al Dios de la paz para que cesen estas acciones violentas, y en el corazón de todos no haya espacio para los sentimientos de odio y violencia, sino de reconciliación y fraternidad. Recemos en silencio.
Hoy es la Jornada Mundial de las Comunicaciones, con el tema “Fake news- es decir, noticias falsas y periodismo de paz”. Saludo a todos los trabajadores de los medios, especialmente a los periodistas que se esfuerzan en buscar la verdad de las noticias, contribuyendo a una sociedad justa y pacífica.
Saludo a todos romanos y peregrinos; en particular a los músicos y grupos folclóricos procedentes de Alemania, a los fieles paraguayos que residen en Roma de la comunidad “Virgen de Caacupé”; a los participantes en la conferencia UCIIM 50 años después de la muerte de su fundador, Gesualdo Nosengo, al movimiento “Dives in Misericordia” de Nápoles.
Saludo a los fieles de Catania, Scandicci, San Ferdinando di Puglia y San Marzano sul Sarno a los numerosos niños confirmados y que van a recibir la confirmación de Génova, así como a los de Emmenbrücke (Suiza) y Liscate, a los niños de la parroquia de San Giustino en Roma y a los estudiantes del Instituto “Tommaso Aversa” en Mistretta.
Saludo a los empleados de “Federal Express Europe”, con la esperanza de que las dificultades actuales encuentren una solución positiva.
Un pensamiento especial para los Alpinos, reunidos en Trento para la Asamblea Nacional. Los animo a ser testigos de la caridad y artífices de paz, siguiendo el ejemplo de Teresio Olivelli, alpino, defensor de los débiles, recientemente proclamado beato. ¡Y siendo hoy el día dedicado a las mamás en muchos países, un aplauso para las mamás! Me gustaría saludar a todas las mamás, dándoles las gracias por la protección de las familias. También recuerdo a las mamás que nos miran desde el cielo y continúan protegiéndonos con la oración. Recemos a nuestra Mamá celestial, que hoy, 13 de mayo, con el nombre de Nuestro Señora de Fátima, nos ayuda a proseguir el camino.
Y os deseo a todos un buen domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!”
(Las palabras del Papa Francisco en la oración del Regina Coeli, 13.05.2018)