Evangelio según Marcos 1,21-28

Mons. Salvador Cisneros

Parroquia Santa Teresa de Ávila 

 

Martes 12Lectura
 

Del santo Evangelio según Marcos 1,21-28

Llegaron a Cafarnaún. Y el sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar. Y todos quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.
Había precisamente en esa sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar: «¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios.» Jesús, entonces, le conminó diciendo: «Cállate y sal de él.» Y agitándole violentamente el espíritu inmundo, dio un fuerte grito y salió de él. Todos quedaron estupefactos y se preguntaban: «¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva, expuesta con autoridad! Manda hasta a los espíritus inmundos y le obedecen.»  Y pronto su fama se extendió por todas partes, en toda la región de Galilea.
 

 

Reflexión
La primera cosa que la gente percibe es que Jesús enseña de forma diferente. No es el contenido, sino la forma de enseñar lo que impresiona. La gente percibe, compara y dice: Este enseña con autoridad, no como los escribas. Porque Jesús habla a partir de su experiencia personal. Su palabra tiene raíces en el corazón.
En Marcos, el primer milagro es la expulsión de un demonio. Jesús combate y expulsa el poder del mal que se apodera de las personas y las aliena de sí mismas. Hoy también, mucha gente vive alienada de sí, engañada por el poder de los medios de comunicación, de la publicidad y propaganda. Muchos viven como esclavos del consumismo. Y piensan que su vida carece de valor si no pueden comprar lo que la propaganda anuncia.  Jesús devuelve las personas a ellas mismas. Hace que recuperen su perfecto juicio. No es fácil hacer que una persona comience a pensar y a actuar de forma distinta.  ¡Y esto es una enseñanza nueva! Jesús abre un nuevo camino para que la gente llegue a permanecer delante Dios y recibir su bendición. ¡El trae una Buena Noticia! 

 

Oración
¡Señor nuestro, qué glorioso es tu nombre en toda la tierra!
¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el hijo de Adán para que de él te cuides?
(Sal 8,2.5)
 

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