San Mateo 9,14-15. “¿Por qué tus discípulos no ayunan?…

Mons. Salvador Cisneros
Parroquia Santa Teresa de Avila

Viernes 19

Lectura

San Mateo 9,14-15.

Entonces se acercaron los discípulos de Juan y le dijeron: "¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacemos nosotros y los fariseos?". Jesús les respondió: "¿Acaso los amigos del esposo pueden estar tristes mientras el esposo está con ellos? Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.


REFLEXIÓN

Puede resultar sorprendente la actitud de Jesús ante el ayuno. Parece como si no le diera importancia. En efecto, el estilo de vida que Jesús enseña es sobre todo estilo de alegría: se compara a sí mismo con el novio, y esto nos recuerda la fiesta y no la penitencia. Pero también Jesús anuncia que «se llevarán al novio y entonces ayunarán».

Tampoco nosotros tenemos que conformarnos con un ayuno -o unas prácticas cuaresmales- meramente externos. El ayuno debería conducirnos a una mayor apertura a los demás. Ayunar para poder compartir con los pobres. Si la injusticia está presente en nuestro actuar con los demás, poco puede agradar a Dios nuestra Cuaresma.

Nuestro ayuno cuaresmal no es signo de tristeza. Tenemos al Señor Resucitado, en quien creemos, a quien seguimos, a quien recibimos en cada Eucaristía, a quien festejamos gozosamente. Nuestra vida cristiana debe estar claramente teñida de alegría, de visión positiva de los acontecimientos y de las personas. Pero su presencia no es transparente. A Cristo Jesús no le vemos. Aunque está presente, tan sólo lo experimentamos mediante los signos. Las muchachas que esperaban al Novio tenían la obligación de mantener sus lámparas provistas de aceite.

Por eso tiene sentido el ayuno. Un ayuno de preparación, de reorientación continuada de nuestra vida. Un ayuno que significa relativizar muchas cosas secundarias para no distraernos. Un ayuno serio, pero no triste. Nos viene bien a todos ayunar: privarnos voluntariamente de algo lícito pero no necesario, válido pero relativo. Eso nos puede abrir más a Dios, a la Pascua de Jesús, y también a la caridad con los demás. Porque ayunar es ejercitar el autocontrol, no centrarnos en nosotros mismos, relativizar nuestras apetencias para dar mayor cabida en nuestra existencia a Dios y al prójimo.

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