La Sagrada Familia

En nuestra sociedad son muchas las voces que se levantan para defender los derechos de las personas y las reivindicaciones de los diferentes grupos, pero apenas nadie defiende los derechos del niño.

Con mucha frecuencia, las violencias físicas y síquicas contra los niños son toleradas e incluso aprobadas por la sociedad. No se persigue las agresiones al niño en el seno de la familia, a no ser que alcance grados extremos, pues se considera a los padres dueños absolutos de ese hijo al que han dado la vida.

Se acepta socialmente que los hijos son propiedad privada de los padres y, en consecuencia, se olvidan los derechos de ese niño como persona intocable que es. Pero no se trata sólo de malos tratos y violencia física. Es todavía mucho más elevado el número de padres que rechaza y menosprecia a sus hijos no deseados y que no les ofrece la seguridad, atención y cuidado que necesitan para crecer dignamente.

Cuántos niños sufren en silencio, víctimas de malos tratos, sin la posibilidad de defenderse de la violencia de los adultos y sin que nadie reconozca su derecho a ser ellos mismos.

En esta fiesta de la Sagrada Familia, hemos de revisar los cristianos cuál es nuestra actitud en el seno de nuestras familias. ¿Qué acogida encuentran nuestros hijos en nuestros hogares? ¿Qué ternura reciben? ¿Con qué respeto nos acercamos a ellos? ¿Qué dedicación les prestamos?

No hemos de olvidar que el futuro de nuestro pueblo se está haciendo, en gran parte, en nuestros hogares. Estos niños que sufren carencias afectivas tan graves son los hombres violentos del futuro. Estos jóvenes que no han conocido lo que es la ternura son los que aumentarán la agresividad social en nuestra sociedad. Por eso, desde ahora tenemos que cuestionarnos seriamente: ¿Son nuestros hogares escuelas de paz o germen de futura violencia?

 

Mons. Salvador Cisneros

P. Santa Teresa de Ávila

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