La fiesta de Cristo Rey
El diálogo entre Jesús y Pilatos termina con la pregunta que conocemos: "Y ¿qué es la verdad?". No es fácil entender la contestación de Jesús cuando afirma que Él es la Verdad. Por eso muchos se apresuran a contestar a Pilatos.
Los seres humanos hemos querido tener la verdad, poseerla, ser dueños de ella y emplearla a nuestro antojo, capricho o conveniencia. Llegamos a la convicción de que su hallazgo nos da el derecho a imponerla e imponernos frente a los demás.
Para Jesús la verdad no era algo que buscar hasta encontrar y poseer; él era la Verdad; el discípulo, por lo tanto, tiene que luchar por llegar a ser también el mismo Verdad. Y la Verdad es la tarea a realizar. ¿Qué tarea? La de construir el Reino de Dios; porque un mundo construido conforme al Reino de Dios es la mayor Verdad que el hombre puede ser y vivir.
Construir el Reino es, por tanto, hacer la Verdad; porque el mundo está llamado a ser algo muy distinto de lo que es; está llamado a ser construido sobre la solidaridad, sobre el afecto, la mutua confianza, la búsqueda del bien común; la ausencia de todo egoísmo, de todo tipo de lucha, de toda forma de injusticia o insolidaridad; la más auténtica realidad de nuestro mundo es que está llamado a pervivir, a transformarse entrando en una vida nueva y sin término, a reconocer plenamente que Dios está ahí y que es el Padre común de todos los hombres y el autor de toda la creación.
Esta es la más auténtica realidad de nuestro mundo; éste es el mundo que Dios soñó cuando lo creó, el hombre en quien Dios pensaba cuando lo hizo señor de la creación. Y, en definitiva, es también el mundo con el que el hombre sueña, aunque no termine de encontrar el camino para realizarlo.
Hoy podríamos contestar a Pilatos, a todos los Pilatos, que la Verdad es Cristo, y que la Verdad hemos de construirla entre todos. Pero hoy, como ayer, habrá muchos Pilatos a los que no les interese encontrar una respuesta clara y auténtica a su pregunta.
Mons. Salvador Cisneros
Párroco de Santa Teresa de Ávila