Educación integral y de calidad para todos

Nuestro sistema educativo deja mucho que desear. Está agobiado por los problemas de preparación magisterial y por los lastres de algunas prácticas viciosas del modelo sindical que se apoya en el control corporativo. Lo más grave de estas dinámicas de corrupción es que se contamina la noble tarea de educar, que debería llevarnos a “cultivar” personas integras y generosas, capaces de responder y vivir alegremente el sentido y el significado de su existencia.

Por otra parte, un aspecto igualmente delicado es que nuestro sistema educativo está marcado por un laicismo mal entendido, que deja de lado los valores humanos universales como si se trataran de aspectos confesionales. Esta realidad tiene implicaciones graves, pues descuida la posibilidad de comprender las realidades trascendentes del hombre, proyectadas en la cultura que nos caracteriza, y en concordancia con las familias de nuestros estudiantes. Es necesario que la educación laica se convierta en una verdadera escuela de respeto y valoración a las diferencias culturales y religiosas que nos caracterizan.

Debemos hacer de la educación no sólo la herramienta del desarrollo que llegue a todos, mejorando los conocimientos y habilidades, sino también el espacio de respeto y libertad para difundir los valores que engrandecen a la persona y le llevan a reconocer su dignidad y a vivir sus convicciones.

Si la educación no forma antes que nada personas íntegras que amen el bien, la belleza, la verdad y la justicia, todo lo demás queda fincado en un terreno frágil y superficial.

La educación católica ha sido y sigue siendo impartida en numerosos centros de educación básica, media y superior, a cargo de comunidades religiosas o laicos comprometidos con su fe.

Estos deben ser verdaderos espacios para el desarrollo de un diálogo vigoroso entre la fe y la ciencia, que forme con seriedad y excelencia académica, con rigor científico y metodológico, con ética educativa y eficiencia profesional.

Pero, sobre todo, deben ser verdaderos centros educativos que ofrezcan con claridad lo que les es propio, la transmisión de una cultura desde la cosmovisión y la experiencia cristiana, en apertura respetuosa a todas las mentalidades.

 

Mons. Salvador Cisneros

Parroquia Santa Teresa de Ávila

 

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