Los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre

Martes

LECTIO

Evangelio: Mateo 13,36-43

 

En aquel tiempo, Jesús dejó a la gente y se fue a la casa. Sus discípulos se le acercaron y le dijeron: -Explícanos la parábola de la cizaña del campo.

Jesús les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino, y la cizaña, los hijos del maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la siega es el fin del mundo, y los segadores, los ángeles. Así como se recoge la cizaña y se hace una hoguera con ella, así también sucederá en el fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su reino a todos los que  fueron causa de tropiezo y a los malvados y los echarán al horno de fuego. Allí llorarán y les rechinarán los dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos que oiga.

 

ORATIO

 

Señor Jesús, tu viviste una intimidad intensísima con Dios. Le llamabas «Abbá», con toda la ternura familiar que tal nombre incluye. De este modo, abriste un camino nuevo en la humanidad por lo que respecta a las relaciones con el misterio magno y último de la realidad, con ese misterio que nosotros llamamos Dios. Muchos de los hombres de tu tiempo no te comprendieron; más

aún, fueron muchos los que se escandalizaron y te intimaron y condenaron por esto como blasfemo. Estaban acostumbrados a un modo de tratar con Dios que se inspiraba más en el temor y en la distancia que en el amor y la proximidad. Pero también hay hombres y mujeres en nuestros días que no te comprenden en este punto, y tal vez entre ellos estemos también nosotros mismos. Más de una vez ofrecemos el terreno de nuestros corazones a la cizaña sembrada por el enemigo, y la buena semilla de tu manera de invocar a Dios y de relacionarte con él queda ahogada por nuestra ceguera y por nuestra hipocresía.

Queremos decirte, Señor, que creemos en ti y, como el apóstol Felipe en la última cena, te repetimos con fe: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta» Jn 14,8.

 

Mons. Salvador Cisneros

Parroquia Santa Teresa de Ávila

 

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