La Fiesta de la Presentación del Señor: un camino de fe, familia y luz.
Pastoral de la Comunicación.- Cuarenta días después de la celebración de la Navidad, llegamos al 02 de febrero, por lo cual el calendario litúrgico nos invita a vivir la Fiesta de la Presentación del Señor, aunque se le otorgan otros nombres: fiesta de la Presentación del Señor, fiesta de la Purificación de la Santísima Virgen María y, como es conocida, día de la Candelaria.
La celebración litúrgica se enmarca en la Fiesta de la Presentación del Señor, en referencia de la antigua práctica judía de presentar al primogénito ante Dios. “Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño -Jesús- a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: “Todo varón primogénito será consagrado al Señor” (Lc. 2,22-23). En este contexto el Evangelio de S. Lucas afirma que estando en el templo, la Sagrada Familia se encontró con un anciano llamado Simeón, el cual refiere a Jesús como la luz que ilumina a las naciones (Lc. 2,29-32) lo cual atribuye a esta celebración el sentido de encender y bendecir las velas, atribuyendo el día de la Candelaria.
En nuestro contexto cultural, la fiesta se ha caracterizado desde varios siglos atrás por la presentación de la imagen del Niño Dios al templo para que sea bendecida junto con algunas velas, así como presentar a los niños y niñas para que reciban la bendición. Por ello, es necesario considerar algunos elementos que contribuyan a vivir y formar la fe; entre los cuales se resalta que Cristo nació y fue niño, pero también murió por nosotros en la cruz y resucitó, de tal manera que la imagen del Niño Jesús que tenemos en nuestra casa nos recuerda que el Hijo de Dios se hizo hombre por nosotros. Sin embargo, aunque no tengamos una imagen de Jesús niño en nuestra casa, Dios está con nosotros, en consecuencia, las imágenes por ello, deben de ser bellas, dignas y tratadas con decoro, se cuidan, y en estos días se viste al Niño Dios como una forma de rendir homenaje a Dios, sin distorsionar su auténtico sentido.
En este ambiente festivo, es válido preguntarse: ¿por qué comemos tamales? en variadas respuestas al caso, lo que se destaca es el ambiente de las familias que comparten lo que tienen con otros familiares, vecinos, amigos y conocidos. Ya que la tradición atribuye a un “padrino” del Niño Dios, el cual ofrece tamales en señal de agradecimiento, así, como aquellos que recibieron el Niño Dios que encontraron en la rosca de reyes. Los tamales son alimento típico de todo México y de algunos países que comparten nuestra herencia indígena.