La oración de Ángelus del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
En el Evangelio de hoy (cfr Mt 10, 26-33) el Señor Jesús, después de haber llamado y enviado en misión a sus discípulos, los instruye y los prepara para enfrentar las pruebas y las persecuciones que encontrarán. Ir en misión no es hacer turismo, y Jesús advierte a los suyos: “Encontraréis persecuciones”. Los exhorta así: ‘No les tengáis miedo. No hay nada encubierto que no deba ser descubierto (…) Lo que yo les digo en la oscuridad, decidlo vosotros a la luz. (…) Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma’ (26-28). Solo pueden matar el cuerpo, no tienen el poder de matar el alma. El envío a la misión de parte de Jesús no garantiza a los discípulos el éxito, así como no los pone a salvo de fracasos y de sufrimientos. Tienen que tener en cuenta tanto la posibilidad del rechazo, como la de la persecución. Esto asusta un poco, pero es la verdad.
El discípulo está llamado a conformar su propia vida a Cristo, que fue perseguido por los hombres, conoció el rechazo, el abandono y la muerte en la cruz. ¡No existe la misión cristiana a la enseña de la tranquilidad!. Las dificultades y las tribulaciones forman parte de la obra de evangelización y nosotros estamos llamados a encontrar en ellas la ocasión para verificar la autenticidad de nuestra fe y de nuestra relación con Jesús. Debemos considerar estas dificultades como la posibilidad para ser aún más misioneros y para crecer en la confianza en Dios, nuestro Padre, que no abandona a sus hijos en la hora de la tempestad. En las dificultades del testimonio cristiano en el mundo, nunca somos olvidados: siempre estamos asistidos por la solicitud atenta del Padre. Por eso, en el Evangelio de hoy, Jesús asegura tres veces a sus discípulos diciendo: ‘¡No temáis!, ¡No les tengáis miedo!.
También en nuestros días, hermanos y hermanas, está presente la persecución contra los cristianos. Nosotros rezamos por nuestros hermanos y hermanas que son perseguidos y alabamos a Dios porque, a pesar de ello, siguen testimoniando con valentía y fidelidad su fe. Su ejemplo nos ayuda a no dudar en tomar posición en favor de Cristo, testimoniándolo con valentía en las situaciones de cada día, incluso en contextos aparentemente tranquilos. En efecto, una forma de prueba puede ser también la ausencia de hostilidades y de tribulaciones. Además de ‘como ovejas entre lobos’, el Señor, también en nuestro tiempo, nos manda como centinelas en medio de la gente que no quiere que la despierten del adormecimiento mundano, que ignora las palabras de Verdad del Evangelio, construyéndose sus propias verdades efímeras. Y si vamos a estos contextos o vivimos en ellos y decimos las Palabras del Evangelio, molestaremos y no nos mirarán bien.
Pero en todo ello el Señor nos sigue diciendo, como decía a los discípulos de su tiempo: ‘¡No les tengáis miedo!’. No olvidemos esta palabra: siempre, cuando tengamos alguna tribulación, alguna persecución, algo que nos haga sufrir, escuchemos la voz de Jesús en nuestro corazón: ‘¡No les tengáis miedo! ‘¡No le tengas miedo: sigue adelante! ¡Yo estoy contigo! No tengáis miedo del que se burla de vosotros y os maltrata, y no tengáis miedo de quien os ignora, o del que “por delante” os alaba pero, a vuestra espalda combate contra el Evangelio. Hay tantos que por delante nos sonríen, pero a nuestras espaldas combaten contra el Evangelio. Todos los conocemos. Jesús no nos deja solos porque somos preciosos para Él. Por eso no nos deja solos: cada uno de nosotros es precioso para Jesús, y El nos acompaña.
¡Que la Virgen María, modelo de humilde y valiente adhesión a la Palabra de Dios, nos ayude a comprender que en el testimonio de la fe no cuentan los éxitos, en el testimonio de la fe no cuentan los éxitos, sino la fidelidad; la fidelidad a Cristo, reconociendo en cualquier circunstancia, incluso en las más problemáticas, el don inestimable de ser sus discípulos misioneros!.