La oración del Ángelus del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
La página evangélica de hoy propone tres parábolas con las cuales Jesús habla a la multitud del Reino de Dios. Me detengo en la primera: la de la buena semilla y la cizaña, que ilustra el problema del mal en el mundo y resalta la paciencia de Dios (Cfr. Mt 13,24-30.36-43). ¡Cuánta paciencia tiene Dios! También cada uno de nosotros puede decirlo: “¡Cuanta paciencia tiene Dios conmigo!”. La narración se desarrolla en un campo con dos protagonistas opuestos. De una parte el dueño del campo que representa a Dios y siembra la buena semilla; de otra parte el enemigo que representa a Satanás y siembra la mala hierba.
Con el pasar del tiempo, en medio del trigo crece también la cizaña, y ante este hecho el dueño y sus siervos tienen actitudes diversas. Los siervos quisieran intervenir arrancando la cizaña; pero el dueño, que está preocupado sobre todo por salvar el trigo, se opone diciendo: «No, porque al arrancar la cizaña, se corre el peligro de arrancar también el trigo» (v. 29). Con esta imagen, Jesús nos dice que en este mundo el bien y el mal están tan entrelazados, que es imposible separarlos y extirpar del todo el mal. Sólo Dios puede hacerlo, y lo hará en el juicio final. Con sus ambigüedades y su carácter complejo, la situación presente es el campo de la libertad, el campo de la libertad de los cristianos, en el cual se realiza el difícil ejercicio del discernimiento entre el bien y el mal.
Y en este campo, se trata pues de unir, con gran confianza en Dios y en su providencia, dos actitudes aparentemente contradictorias: la decisión y la paciencia. La decisión es la de querer ser la buena semilla, todos lo queremos, con todas nuestras fuerzas, y por lo tanto, la de tomar distancia del maligno y de sus seducciones. La paciencia significa preferir una Iglesia que es levadura en la masa, que no teme ensuciarse las manos lavando la ropa de sus hijos, más bien que una Iglesia de “puros”, que pretende juzgar antes del tiempo quién está en el Reino de Dios y quién no.
El Señor, que es la Sabiduría encarnada, hoy nos ayuda a comprender que el bien y el mal no se pueden identificar con territorios definidos o determinados grupos humanos: “Estos son buenos, estos son malos”. Él nos dice que la línea de confín entre el bien y el mal pasa por el corazón de cada persona, pasa por el corazón de cada uno de nosotros, es decir, somos todos pecadores. Me dan ganas de preguntaos: “El que no sea pecador que levante la mano”. ¡Ninguno! Porque todos los somos, somos todos pecadores. Jesucristo, con su muerte en la cruz y su resurrección, nos libró de la esclavitud del pecado y nos da la gracia de caminar en una vida nueva; pero con el Bautismo nos ha dado también la Confesión, porque siempre tenemos necesidad de ser perdonados de nuestros pecados. Mirar siempre y solamente el mal que está fuera de nosotros, significa no querer reconocer el pecado que también está en nosotros.
Y entonces Jesús nos enseña un modo diverso de mirar el campo del mundo, de observar la realidad. Estamos llamados a aprender los tiempos de Dios – que no son nuestros tiempos – y también la “mirada” de Dios: gracias al influjo benéfico de una trepidante espera, lo que era cizaña o parecía cizaña, puede convertirse en un buen producto. Es la realidad de la conversión. ¡Es la perspectiva de la esperanza!
¡Que la Virgen María nos ayude a captar en la realidad que nos rodea no solamente la suciedad y el mal, sino también el bien y lo bello; a desenmascarar las obras de Satanás, pero sobre todo a confiar en la acción de Dios que fecunda la historia!
Después del ángelus
Queridos hermanos y hermanas,
Sigo con preocupación las graves tensiones y la violencia de estos días en Jerusalén. Siento la necesidad de expresar un apremiante llamamiento a la moderación y al diálogo. Os invito a uníos a mí en la oración, para que el Señor inspire a todos propósitos de reconciliación y de paz”.
Saludo a todos vosotros, fieles y peregrinos procedentes de diversas partes del mundo: familias, grupos parroquiales asociaciones. Saludo, en particular a los fieles de Munster (Irlanda); a las Hermanas Franciscanas Elisabetinas Grises, al coro lírico sinfónico de Enna, a los jóvenes de Cassamassima que han llevado a cabo un servicio de voluntariado en Roma.
Mi pensamiento y apoyo va a los chicos que han participado en la “Cantera Hombre Mundo”, comprometidos en testimoniar la alegría del Evangelio en las periferias más necesitadas de los diversos continentes.
Deseo a todos un buen domingo. Y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Buen almuerzo y ¡hasta pronto!.