Vivimos en un estado “laico” (?)
Puede ser… puede ser…. La verdad es una perla preciosa que hay que buscar, encontrar y extraer con no pocas penalidades. Es como oro que se prueba en el crisol. Y nunca acaba uno de disfrutarla. Este centenario y bicentenario están trayéndonos a casa temas en verdad interesantes. No es fácil sin embargo para el estado despojarse de la “sacralización”. Cuando veíamos que los restos, huesos o reliquias de nuestros “héroes” de la Independencia eran trasladados con tanto respeto y veneración en el marco de un ritual que se antojaba religioso, pensé que no era cosa fácil el dar la espalda a la religión. Tanta delicadeza, tanto respeto, tanto ceremonial, sólo es fruto de un alma “religiosa”. Me atrevo a decir que en este México de la Reforma, de la Constitución y la Revolución, de la separación de Iglesia y Estado hay una “nostalgia” de lo sagrado. Cuando se celebra un matrimonio civil con el ritual establecido por “la Reforma” se lee a los contrayentes, estando el juez de frente a los cónyuges la “epístola” de Melchor Ocampo, una calca del ritual católico; por cierto que en el ritual católico ya no se usa esa latinización, sino que se traduce como “carta”. Los centenarios no vienen en un mismo paquete. Son fenómenos históricos distintos. Hay más nobleza, más heroísmo, más idealismo en la Independencia. En cambio la Revolución aún cuando pretendía reivindicar la miseria popular, la falta de democracia produjo la guerra. El pueblo inerme contra el aparato militar gigantesco. Los amos y señores fueron los militares quienes sacaron la mejor tajada. Militares fueron Calles, Obregón, de la Huerta, Ortiz Rubio, Pancho Villa, Zapata, Cárdenas, Abelardo. Una guerra de todos contra todos. Y en medio el pueblo amolado. Es el caso de que un país empobrecido se ve involucrado en una guerra. Quizá los únicos que tenían qué comer eran los soldados. No pretendo afirmar que lo que estamos viviendo tiene algo de la Revolución. El ejército está en las calles. Se piensa que con la fuerza se va a resolver el problema. Es hora en que no puede uno entender dos cosas. Parece que la tendencia no es abatir el clima de delincuencia ni las muertes, levantones, secuestros y demás. Tampoco es verdad que con la captura o muerte de los capos se vaya a resolver el problema. Detrás vienen otros. En un descuido hasta más sanguinarios. ¿Porqué no se deciden los gobiernos a luchar contra la corrupción? Yo me imagino a México en el momento presente, como si estuviéramos todos con el agua hasta el cuello a punto de ahogarnos. Y vemos la barca que está cerca pero nadamos en sentido contrario. Si la Cámara de Diputados, de Senadores, las Secretarías, la Suprema Corte, los gobernadores de todos los estados, los alcaldes de todos los municipios, las corporaciones policíacas, los empresarios, los maestros, las iglesias, los artistas, los maestros, los medios de comunicación, los padres de familia, la gente común no nos decidimos a acabar de una vez por todas con la corrupción todo lo demás será inútil. No se ve por ningún lado un esfuerzo serio en este sentido. ¿Cómo es posible que si sabemos que la criminalidad se debe en buena parte a la producción, la comercialización, el consumo de la droga no haya un esfuerzo sincero por trabajar por la prevención, abatir las dependencias o el consumo? El lenguaje de los políticos con mucha frecuencia es engañoso. Los intereses, los acuerdos, las componendas son muchas. Pero volviendo al tema del “estado laico”. Es de desear que no se divorcie mucho el “estado” de la “nación”. ¿Podrá llamarse laico un estado en el que más del 80 por ciento se confiesan creyentes o cristianos? ¿Podrá llamarse “laico” un estado si en su bandera original uno de los tres colores simboliza la religión? ¿Podrá llamarse “estado laico” si el presidente o varios gobernadores nombran a Dios? Y lea usted el himno nacional. ¿Será estado laico uno en que los millones de niños de las escuelas entonan todos los lunes: “Ciña !Oh patria! Tus sienes de oliva de la paz el arcángel divino, que en el cielo tu eterno destino por el dedo de Dios escribió”?. ¿Podrá llamarse estado “laico” cuando millones de plegarias se elevan de los labios y corazones de millones de mexicanos a Dios o a la Virgen que nos dé una patria mejor? No sé porqué pero la expresión “estado laico” por asociación de ideas me lleva a pensar en degradación moral, personal, familiar, social. La experiencia nos enseña que un pueblo que pretende desterrar a Dios, acaba en la ruina.
Mons. Eduardo Ackerman D.
Parroquia Santa María Reina de la Paz