Laudes – VIERNES II SEMANA DE PASCUA 2020

Viernes, 24 de abril de 2020

 

  1. Señor, abre mis labios.
  2. Y mi boca proclamará tu alabanza.
  3. Dios mío, ven en mi auxilio.
  4. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

 

Himno 1

Ofrezcan los cristianos

ofrendas de alabanza

a gloria de la Víctima

propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado

que a las ovejas salva,

a Dios y a los culpables

unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte

en singular batalla

y, muerto el que es la Vida,

triunfante se levanta.

¿Qué has visto de camino,

¿María, en la mañana?

A mi Señor glorioso,

 

la tumba abandonada,

los ángeles testigos,

sudarios y mortaja.

¡Resucitó de veras

mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,

allí el Señor aguarda;

allí veréis los suyos

la gloria de la Pascua.

Primicia de los muertos,

sabemos por tu gracia

que estás resucitado;

la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate

de la miseria humana

y da a tus fieles parte

en tu victoria santa. Amén. Aleluya

 

Salmodia

Antífona 1: ¡Ánimo, hijo!, tus pecados están perdonados. Aleluya.

 

Salmo 50

 

Misericordia, Dios mío

 

Renovaos en la mente y en el espíritu y vestíos de la nueva condición humana. (Ef 4,23-24)

 

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,

por tu inmensa compasión borra mi culpa;

lava del todo mi delito,

limpia mi pecado.

 

Pues yo reconozco mi culpa,

tengo siempre presente mi pecado:

contra ti, contra ti solo pequé,

cometí la maldad que aborreces.

 

En la sentencia tendrás razón,

en el juicio resultarás inocente.

Mira, en la culpa nací,

pecador me concibió mi madre.

 

Te gusta un corazón sincero,

y en mi interior me inculcas sabiduría.

Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;

lávame: quedaré más blanco que la nieve.

 

Hazme oír el gozo y la alegría,

que se alegren los huesos quebrantados.

Aparta de mi pecado tu vista,

borra en mí toda culpa.

 

Oh, Dios, crea en mí un corazón puro,

renuévame por dentro con espíritu firme;

no me arrojes lejos de tu rostro,

no me quites tu santo espíritu.

 

Devuélveme la alegría de tu salvación,

afiánzame con espíritu generoso:

enseñaré a los malvados tus caminos,

los pecadores volverán a ti.

 

Líbrame de la sangre, oh Dios,

Dios, Salvador mío,

y cantará mi lengua tu justicia.

Señor me abrirás los labios,

y mi boca proclamará tu alabanza.

 

Los sacrificios no te satisfacen:

si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.

Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;

un corazón quebrantado y humillado,

tú no lo desprecias.

 

Señor, por tu bondad, favorece a Sión,

reconstruye las murallas de Jerusalén:

entonces aceptarás los sacrificios rituales,

ofrendas y holocaustos,

sobre tu altar se inmolarán novillos.

 

Antífona 2: Tú, Señor, has salido con Cristo a salvar a tu pueblo. Aleluya.

 

Ha 3,2-4. 13a.15-19

 

Justicia de Dios

 

Levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación. (Lc 21,28)

 

Señor, he oído tu fama,

me ha impresionado tu obra.

En medio de los años, realízala;

en medio de los años, manifiéstala;

en el terremoto, acuérdate de la misericordia.

 

El Señor viene de Temán;

el Santo, del monte Farán:

su resplandor eclipsa el cielo,

la tierra se llena de su alabanza;

su brillo es como el día,

su mano destella velando su poder.

 

Sales a salvar a tu pueblo,

a salvar a tu ungido;

pisas el mar con tus caballos,

revolviendo las aguas del océano.

 

Lo escuché y temblaron mis entrañas,

al oírlo se estremecieron mis labios;

me entró un escalofrío por los huesos,

vacilaban mis piernas al andar;

gimo ante el día de angustia

que sobreviene al pueblo que nos oprime.

 

Aunque la higuera no echa yemas

y las viñas no tienen fruto,

aunque el olivo olvida su aceituna

y los campos no dan cosechas,

aunque se acaban las ovejas del redil

y no quedan vacas en el establo,

yo exultaré con el Señor,

me gloriaré en Dios, mi salvador.

 

El Señor soberano es mi fuerza,

él me da piernas de gacela

y me hace caminar por las alturas.

 

Antífona 3: Alaba a tu Dios, Sión, que ha puesto paz en tus fronteras. Aleluya.

 

Salmo 147,12-20

 

Acción de gracias por la restauración de Jerusalén

 

Ven acá, voy a mostrarte a la novia, a la esposa del Cordero (Ap 21,9)

 

Glorifica al Señor, Jerusalén;

alaba a tu Dios, Sión:

que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,

y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;

ha puesto paz en tus fronteras,

te sacia con flor de harina.

 

Él envía su mensaje a la tierra,

y su palabra corre veloz;

manda la nieve como lana,

esparce la escarcha como ceniza;

 

hace caer el hielo como migajas

y con el frío congela las aguas;

envía una orden, y se derriten;

sopla su aliento, y corren.

 

Anuncia su palabra a Jacob,

sus decretos y mandatos a Israel;

con ninguna nación obró así,

ni les dio a conocer sus mandatos.

 

Lectura Breve

Hch 5, 30-32

 

El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole de un madero. La diestra de Dios lo exaltó haciéndolo jefe y salvador, para otorgar a Israel la conversión, el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen.

 

Responsorio Breve

  1. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
  2. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
  3. El que por nosotros colgó del madero.
  4. Aleluya, aleluya.
  5. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
  6. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.

 

Canto Evangélico

Antífona: Tomó Jesús los panes, y, después de haber dado gracias, los repartió entre los que estaban recostados en el suelo. Aleluya,

 

Benedictus Lc 1, 68-79

 

El Mesías y su precursor

 

+ Bendito sea el Señor, Dios de Israel,

porque ha visitado y redimido a su pueblo,

suscitándonos una fuerza de salvación

en la casa de David, su siervo,

según lo había predicho desde antiguo,

por boca de sus santos profetas.

 

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos

y de la mano de todos los que nos odian;

realizando la misericordia

que tuvo con nuestros padres,

recordando su santa alianza

y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

 

Para concedernos que, libres de temor,

arrancados de la mano de los enemigos,

le sirvamos con santidad y justicia,

en su presencia, todos nuestros días.

 

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,

porque irás delante del Señor

a preparar sus caminos,

anunciando a su pueblo la salvación,

el perdón de sus pecados.

 

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,

nos visitará el sol que nace de lo alto,

para iluminar a los que viven en tinieblas

y en sombra de muerte,

para guiar nuestros pasos

por el camino de la paz.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

Preces

Dirijamos nuestra oración a Dios Padre, que por el Espíritu resucitó a Jesús de entre los muertos y vivificará también nuestros cuerpos mortales; digámosle:

Vivifícanos, Señor, con tu Espíritu Santo.

Padre santo, tú que al resucitar a tu Hijo de entre los muertos manifestaste que habías aceptado su sacrificio,

— acepta también la ofrenda de nuestro día y condúcenos a la plenitud de la vida.

Bendice, Señor, las acciones de nuestro día,

— y ayúdanos a buscar en ellas tu gloria y el bien de nuestros hermanos.

Que el trabajo de hoy sirva para la edificación de un mundo nuevo,

— y nos conduzca también a tu reino eterno.

Te pedimos, Señor, que nos hagas ser siempre solícitos del bien de los hombres,

— y que nos ayudes a amarnos mutuamente.

Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.

Dirijamos ahora al Padre nuestra oración con las mismas palabras que Cristo nos enseñó:

 

Padre Nuestro

Padre nuestro, que estás en el cielo,

santificado sea tu nombre,

venga tu reino,

hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día,

perdona nuestras ofensas,

como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;

no nos dejes caer en tentación,

y líbranos del mal.

 

Oración

Oremos:

 

Oh Dios, que, para librarnos del poder del enemigo, quisiste que tu Hijo muriera en la cruz, concédenos alcanzar la gracia de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Amén.

 

Conclusión

  1. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
  2. Amén.

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