Laudes – VIERNES IV SEMANA DE CUARESMA 2020

Viernes, 27 de marzo de 2020.

 

  1. Señor, abre mis labios.
  2. Y mi boca proclamará tu alabanza.
  3. Dios mío, ven en mi auxilio.
  4. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

 

Himno 1

Este es el día del Señor.

Este es el tiempo de la misericordia.

Delante de tus ojos

ya no enrojeceremos

a causa del antiguo

pecado de tu pueblo.

Arrancarás de cuajo

el corazón soberbio

y harás un pueblo humilde

de corazón sincero.

En medio de las gentes

nos guardas como un resto

para cantar tus obras

y adelantar tu reino.

Seremos raza nueva

para los cielos nuevos;

sacerdotal estirpe,

según tu Primogénito.

Caerán los opresores

y exultarán los siervos;

los hijos del oprobio

serán tus herederos.

Señalarás entonces

el día del regreso

para los que comían

su pan en el destierro.

¡Exulten mis entrañas!

¡Alégrese mi pueblo!

Porque el Señor que es justo

revoca sus decretos.

La salvación se anuncia

donde acechó el infierno,

porque el Señor habita

en medio de su pueblo.

 

Salmodia

Antífona 1: Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme.

 

Salmo 50

 

Misericordia, Dios mío

 

Renovaos en la mente y en el espíritu y vestíos de la nueva condición humana. (Ef 4,23-24)

 

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,

por tu inmensa compasión borra mi culpa;

lava del todo mi delito,

limpia mi pecado.

 

Pues yo reconozco mi culpa,

tengo siempre presente mi pecado:

contra ti, contra ti solo pequé,

cometí la maldad que aborreces.

 

En la sentencia tendrás razón,

en el juicio resultarás inocente.

Mira, en la culpa nací,

pecador me concibió mi madre.

 

Te gusta un corazón sincero,

y en mi interior me inculcas sabiduría.

Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;

lávame: quedaré más blanco que la nieve.

 

Hazme oír el gozo y la alegría,

que se alegren los huesos quebrantados.

Aparta de mi pecado tu vista,

borra en mí toda culpa.

 

Oh, Dios, crea en mí un corazón puro,

renuévame por dentro con espíritu firme;

no me arrojes lejos de tu rostro,

no me quites tu santo espíritu.

 

Devuélveme la alegría de tu salvación,

afiánzame con espíritu generoso:

enseñaré a los malvados tus caminos,

los pecadores volverán a ti.

 

Líbrame de la sangre, oh Dios,

Dios, Salvador mío,

y cantará mi lengua tu justicia.

Señor me abrirás los labios,

y mi boca proclamará tu alabanza.

 

Los sacrificios no te satisfacen:

si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.

Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;

un corazón quebrantado y humillado,

tú no lo desprecias.

 

Señor, por tu bondad, favorece a Sión,

reconstruye las murallas de Jerusalén:

entonces aceptarás los sacrificios rituales,

ofrendas y holocaustos,

sobre tu altar se inmolarán novillos.

 

Antífona 2: Alégrate, Jerusalén, porque en ti se reunirán todos los pueblos.

 

Tb 13,10-13.15.16b-17a

 

Acción de gracias por la liberación del pueblo

 

Me enseñó la ciudad santa, Jerusalén, que traía la gloria de Dios. (Ap 21,10.11)

 

Que todos alaben al Señor

y le den gracias en Jerusalén.

Jerusalén, ciudad santa,

él te castigó por las obras de tus hijos,

pero volverá a apiadarse del pueblo justo.

 

Da gracias al Señor como es debido

y bendice al rey de los siglos,

para que su templo

sea reconstruido con júbilo,

 

para que él alegre en ti

a todos los desterrados,

y ame en ti a todos los desgraciados,

por los siglos de los siglos.

 

Una luz esplendente iluminará

a todas las regiones de la tierra.

Vendrán a ti de lejos muchos pueblos,

y los habitantes del confín de la tierra

vendrán a visitar al Señor, tu Dios,

con ofrendas para el rey del cielo.

 

Generaciones sin fin

cantarán vítores en tu recinto,

y el nombre de la elegida

durará para siempre.

 

Saldrás entonces con júbilo

al encuentro del pueblo justo,

porque todos se reunirán

para bendecir al Señor del mundo.

 

Dichosos los que te aman,

dichosos los que te desean la paz.

 

Bendice, alma mía, al Señor,

al rey soberano,

porque Jerusalén será reconstruida,

y, allí, su templo para siempre.

 

Antífona 3: Sión, alaba a tu Dios, que envía su mensaje a la tierra.

 

Salmo 147,12-20

 

Acción de gracias por la restauración de Jerusalén

 

Ven acá, voy a mostrarte a la novia, a la esposa del Cordero (Ap 21,9)

 

Glorifica al Señor, Jerusalén;

alaba a tu Dios, Sión:

que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,

y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;

ha puesto paz en tus fronteras,

te sacia con flor de harina.

 

Él envía su mensaje a la tierra,

y su palabra corre veloz;

manda la nieve como lana,

esparce la escarcha como ceniza;

 

hace caer el hielo como migajas

y con el frío congela las aguas;

envía una orden, y se derriten;

sopla su aliento, y corren.

 

Anuncia su palabra a Jacob,

sus decretos y mandatos a Israel;

con ninguna nación obró así,

ni les dio a conocer sus mandatos.

 

Lectura Breve

Is 53, 11b-12

 

Mi siervo justificará a muchos, porque cargó sobre sí los crímenes de ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre, porque se entregó a sí mismo a la muerte y fue contado entre los malhechores; él tomó sobre sí el pecado de las multitudes e intercedió por los pecadores.

 

Responsorio Breve

  1. Él me librará de la red del cazador.
  2. Él me librará de la red del cazador.
  3. Me cubrirá con su plumaje.
  4. Él me librará de la red del cazador.
  5. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
  6. Él me librará de la red del cazador.

 

Canto Evangélico

Antífona: “¡Vosotros me conocéis y sabéis de dónde soy!; pero yo no he venido por cuenta propia, sino que me ha enviado mi Padre”, dice el Señor.

 

Benedictus Lc 1, 68-79

 

El Mesías y su precursor

 

+ Bendito sea el Señor, Dios de Israel,

porque ha visitado y redimido a su pueblo,

suscitándonos una fuerza de salvación

en la casa de David, su siervo,

según lo había predicho desde antiguo,

por boca de sus santos profetas.

 

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos

y de la mano de todos los que nos odian;

realizando la misericordia

que tuvo con nuestros padres,

recordando su santa alianza

y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

 

Para concedernos que, libres de temor,

arrancados de la mano de los enemigos,

le sirvamos con santidad y justicia,

en su presencia, todos nuestros días.

 

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,

porque irás delante del Señor

a preparar sus caminos,

anunciando a su pueblo la salvación,

el perdón de sus pecados.

 

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,

nos visitará el sol que nace de lo alto,

para iluminar a los que viven en tinieblas

y en sombra de muerte,

para guiar nuestros pasos

por el camino de la paz.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

Preces

Acudamos a Cristo, nuestro Salvador, que nos redimió con su muerte y resurrección, y supliquémosle, diciendo:

Señor, ten piedad de nosotros.

Tú que subiste a Jerusalén para sufrir la pasión y entrar así en la gloria,

— conduce a tu Iglesia a la Pascua eterna.

Tú que, exaltado en la cruz, quisiste ser atravesado por la lanza del soldado,

— sana nuestras heridas.

Tú que convertiste el madero de la cruz en árbol de vida,

— haz que los renacidos en el bautismo gocen de la abundancia de los frutos de este árbol.

Tú que, clavado en la cruz, perdonaste al ladrón arrepentido,

— perdónanos también a nosotros, pecadores.

Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.

Como Cristo nos enseñó, pidamos al Padre que perdone nuestros pecados, diciendo:

 

Padre Nuestro

Padre nuestro, que estás en el cielo,

santificado sea tu nombre,

venga tu reino,

hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día,

perdona nuestras ofensas,

como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;

no nos dejes caer en tentación,

y líbranos del mal.

 

Oremos:

 

Señor, tú que en nuestra fragilidad nos ayudas con medios abundantes, concédenos recibir con alegría la salvación que nos otorgas y manifestarla en nuestra propia vida. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.

 

Conclusión

  1. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
  2. Amén.

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