LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN

     La libertad de expresión, fundamental para una convivencia democrática, no consiste sólo en poder hablar, porque nadie puede hablar si los otros no escuchan.

     No tiene sentido defender la libertad de expresión si todos nos quitamos la palabra, si nos atropellamos con violencia  y no queremos escuchar y recibir de los demás la palabra que nos dirigen.

     Sabemos que hoy la libertad de expresión está sometida a grandes limitaciones. Los marginados, los más pobres, tampoco tienen voz ni medios para hacerse oír. Las grandes agencias informativas, que se pueden contar con los dedos de una mano, ejercen un control severo y disfrutan de un monopolio mundial sobre la información que nadie discute.

      Y en muchas partes la prensa independiente, si quiere seguir subsistiendo, se ve obligada a rebajar sus ideales de independencia y de objetividad. Y en cuanto a los periodistas, ¿qué podemos decir? Porque todavía se sigue practicando la antigua costumbre de "matar al mensajero que trae malas noticias". De modo que su profesión, como se ha dicho repetidamente, es una de las más peligrosas, en el supuesto, claro está, de que hagan un trabajo honesto.

      Pero nadie corre tanto peligro en este mundo, dominado por la mentira, como los profetas. Porque si alguien está al servicio de la verdad, ése es el profeta. Muchas veces el profeta tiene que ir donde no le llaman y decir lo que nadie quiere escuchar, de modo que resulta un entrometido y un impertinente, sobre todo para los que dominan la situación.

     Por eso rechazan a los profetas, se les persigue, se les asesina, para acallar su anuncio y su denuncia.

     Pero ellos son los mensajeros que preparan los caminos, que nos abren los ojos y los oídos, que ponen a los hombres en pie, que movilizan la esperanza de los pueblos.

     Cuando un profeta no se vende, cuando no traiciona la verdad, entonces ponen precio a su cabeza y los pueblos siguen postrados en las tinieblas de la muerte.

 

Monseñor Salvador Cisneros Gudiño

Parroquia Santa Teresa de Ávila

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